POR: MIGUEL RAMÍREZ / PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN
¿Qué está pasando con el narcotráfico durante la pandemia del coronavirus?, se preguntan muchos peruanos. A los narcos no les importan los contagios, los desastres naturales, las desgracias. Al contrario, aprovechando el poco control policial, abocado casi en su totalidad a la lucha contra la plaga, continuarían embarcando su mercadería por los puertos, especialmente del Callao, en donde la actividad comercial no se ha paralizado.
Una fuente antidrogas dijo a este columnista que las organizaciones peruanas ‘bien estructuradas’ se ‘stokearon’ de harta droga, antes de que se declarara la cuarentena. La guardan en sus grandes almacenes y también en contenedores que ya salieron o están listos para embarcarse.
“Ahora los narcos están acopiando con fuerza”, afirmó la procuradora antidrogas, Sonia Medina, quien tampoco descansa y despacha con su personal desde su computadora. Refirió que hace unas semanas se decomisó 700 kilos de cocaína en unos locales del Callao.
En el Perú existen empresas de fachada, dedicadas al comercio internacional, que utilizan los mafiosos para ‘exportar’ su mercadería escondida en productos conocidos y otros exóticos, que no levanten sospechas.
“La demanda en el mundo no se ha detenido. Los consumidores siguen consumiendo. Ahora más por la ansiedad de no poder salir de sus casas”, sostuvo el agente antinarcóticos.
De acuerdo con información que posee, el kilo de cocaína puesto en España que se cotizaba entre US$40 mil y US$45 mil dólares, ahora ha subido a US$80 mil. El precio se duplica o triplica en otras partes de Europa y Asia.
Las que se han visto afectadas por la cuarentena son las pequeñas firmas del VRAEM. En el Perú el kilo estaba en US$1.850 y hoy su precio es de US$500. El negocio está en comprar cocaína barata para ‘exportarla’.
Los narcotraficantes no descansan ni en las peores tragedias ni ante los más severos controles. Utilizan su siniestro ingenio y ponen en marcha las más alucinantes modalidades para sacar o trasladar sus cargamentos.
Muchos recuerdan al famoso mafioso mexicano Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, quien construía túneles para pasar su droga por debajo de la frontera con Estados Unidos. Pero eso es cosa del pasado, ahora se han sofisticado.
Según In Sight Crime –la fundación que analiza el crimen organizado internacional- las bandas utilizan, por ejemplo, inofensivas ambulancias. El año pasado, la policía argentina detuvo de casualidad a una de ellas.
En una parte de la unidad, que tenía doble fondo en el suelo, halló 400 kilos de droga. El paciente que transportaba era falso, estaba más más sano que los agentes que lo intervinieron.
Los narcos han reemplazado los aviones, helicópteros y avionetas por drones, que son digitados desde lugares en donde es difícil detectar a quien lo está manipulando.
Hace unos años, la base central de la DEA en Washington reportó que cientos de esos aparatos habían cruzado la frontera cargados de cocaína. Y advertía que los narcos recomendaron la construcción de más artefactos para meter más cantidades de droga.
Pero no solo transportan cocaína. El 2017 las autoridades estadounidenses capturaron a un sujeto que intentó mover varios kilos de metanfetamina con un dron desde Tijuana (México) a San Diego (Estados Unidos).
Cuando lo interrogaron, el hombre dijo que durante los últimos meses, antes de su captura, había realizado por lo menos unos cinco viajes.
En Colombia la policía también descubrió que una organización de narcos utilizaba un dron para transportar droga desde la selva del Chocó hacia Panamá.
“Fueron 130 kilos de cocaína decomisada que ya había sido enterrada en la playa. El dron tenía capacidad para transportar 10 kilos en cada viaje y recorrer una distancia de 100 kilómetros”, dijo un importante general de la policía colombiana.
Pero el caso que más me ha llamado la atención ocurrió en 1995 en nuestro país, cuando fue desarticulada la organización de los hermanos López Paredes. Los narcos utilizaban su propio ganado que movilizaban desde la selva hasta la costa de Chiclayo. Las reses eran operadas y se les introducía en una parte de su estómago 50 kilos de droga.
Cuando llegaban a su destino se las volvía a operar, se extraía el cargamento y, después, eran donadas vivas a las universidades que tenían programas de veterinaria. ¡Alucinante! Nos vemos el otro martes.
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