Los cuatrocientos licenciados de las Fuerzas Armadas que el martes fueron llevados por el presidente Pedro Castillo a la explanada del Palacio de Gobierno parecían estar en situación de actividad. Vestían uniformes militares de estreno. Estaban formados en filas y columnas homogéneas que daban la impresión de pertenecer a un batallón listo para una incursión militar. Solo les faltaban sus armas de reglamento.
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La parafernalia montada por el mandatario es un claro mensaje de intimidación al país y contra quienes le exigimos responder por las graves acusaciones de corrupción que pesan sobre él, sus familiares y ministros. Todos ellos han sido incriminados por el entorno de asesores más íntimo del mandatario, que integraban el denominado ‘gabinete en la sombra’.
Castillo también utilizó ese acto para, descaradamente, amenazar directamente a la prensa independiente que lo fiscaliza. Fuera de sí, quiso ordenar a los reporteros que cubrían su discurso a enfocar a los reservistas. “A ver si voltean y los enfocan… Volteen sus cámaras, enfóquenlos, que los enfoquen a ellos, a ver si los enfocan, esa es la prensa que tenemos ahora: sesgada”, gritó indignado.
Castillo se cree muy valiente cuando está protegido por sus ayayeros, pero se acobarda cuando los periodistas independientes lo quieren entrevistar sobre las acusaciones que existen contra él. Solo huye, protegido por un cordón de miembros de su seguridad que evitan abordarlo. Ese día, uno de sus adeptos también agredió al batallador periodista Roberto Ramírez, de Latina Televisión.
Lo que está haciendo Castillo con estos malos reservistas -que le hacen el juego y el líder es un sujeto que ha estado preso por robo agravado- indigna a quienes hemos servido en las Fuerzas Armadas, como este columnista, que hizo servicio militar en la Escuela de Paracaidistas del Ejército, en la División Aerotransportada, allá por 1981.
El soldado no solo es formado físicamente con una rigurosa y exigente disciplina militar y deportiva. También se le inculca el respeto a las normas y reglas que rigen la sociedad. Uno aprende a ser disciplinado, tenaz y, especialmente, solidario.
Lo ocurrido el martes no debe pasar por alto. Según fuentes de inteligencia, que cuestionan el accionar de este régimen, las continuas reuniones en Palacio con licenciados (ya van dos en menos de un mes) formaría parte de un plan urdido por Pedro Castillo y el condenado por asesinato Antauro Humala. Su objetivo es, en un momento dado, crear caos para cerrar el Congreso.
Castillo y Antauro están jugando con fuego. La pregunta es ¿de dónde sacan dinero para mantener a cientos de sus adeptos? Tal vez la respuesta esté en el VRAEM, ¡la mata del narcotráfico! Por cierto, el sábado, Castillo fue a ese lugar a celebrar un congreso de licenciados de las FF.AA. y rondas campesinas. Estuvo acompañado por el congresista Guillermo Bermejo, procesado por supuestos vínculos con Sendero, el aliado principal de los narcos. Nos vemos el otro martes.
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