Cuando Martín Narro Morales (49) llegó a Lima, desde su natal Cajamarca, a los 16 años, tenía muchos sueños en mente. Uno de ellos era estudiar la carrera de Administración de Empresas y así empezar a labrar su futuro. Jamás pensó que la vida lo llevaría por otros lares, mucho menos que pasarían veinte años desde el día que puso su bodeguita Señor Martín en la urbanización Maranga, distrito de San Miguel.
“Yo quería ser profesional, pero los negocios me ganaron. Empecé trabajando en la bodega de mi tío, luego fui ambulante vendiendo verduras en la calle, hasta que con un dinerito ahorrado puse mi bodega Señor Martín, fue una de las primeras tiendas en la urbanización”, comenta este aguerrido comerciante cajamarquino.
Su negocio abre de lunes a domingo, de 7 de la mañana a 9 de la noche. Vende abarrotes, congelados, golosinas, confitería, bebidas, frutas, verduras, y carnes de pollo y res. Pero eso no es todo, para complacer los antojos de sus vecinos, el casero también ofrece humitas saladas y pancitos de la sierra. Además, desde la pandemia hace delivery, y acepta Yape y Plin como métodos de pago.
“Ser bodeguero es el trabajo más esclavizado que existe, las ventas dependen de ti, no existen feriados ni cumpleaños ni días festivos porque ahí es cuando hay más ingresos. El bodeguero se debe a sus clientes. Tiene que ser constante, disciplinado, emprendedor, dar buena atención, ese es mi secretito en estos 20 años”, sonríe.
Para Narro las cosas nunca fueron fáciles, siempre tuvo que ‘hacer de tripas corazón’, secarse el sudor y seguir trabajando. Por eso, cuando sus hijos empezaron a ir al colegio, solo se enfocó en ‘partirse el lomo’ para que sean buenos chicos y estudien una carrera profesional.
“Siempre tuve miedo de que mis hijos no quisieran estudiar o repitieran mis errores de joven. Pero ahora soy un papá orgulloso, gracias a mi bodega he sacado a mis tres hijos profesionales. A este negocio le debo muchas alegrías de mi vida”, revela entre lágrimas.
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