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¿Es posible vivir más tiempo con la alimentación adecuada?

Cada vez más no es solo una cuestión de qué va al plato, en qué cantidad y calidad, sino también de cuándo se consume.

La búsqueda de la juventud eterna acompaña a la humanidad desde hace siglos. Y, al menos en materia de longevidad, los científicos creen haber descubierto un factor verdaderamente trascendente: la alimentación adecuada.

A diferencia de los genes o de ciertas circunstancias de la vida, en la . Y cada vez más no es solo una cuestión de qué va al plato, en qué cantidad y calidad, sino también de cuándo se consume.

En un artículo panorámico sobre el tema publicado en la revista científica “Cell”, los investigadores estadounidenses sobre el envejecimiento Valter Longo y Rozalyn Anderson resumen el estado de conocimientos actuales.

Los amigos de las bombas calóricas, como los menúes de hamburguesas, patatas fritas y refrescos azucarados o los alimentos reconfortantes como el chocolate blanco, deberán mostrar mucha fuerza de voluntad: el dúo de investigadores afirma que es mejor limitar la ingesta de energía y ayunar más frecuentemente para minimizar el riesgo de enfermedad y aumentar la esperanza de vida.

Ambos esbozan las características principales de un patrón dietético probablemente óptimo de la siguiente manera: ingesta media o alta de carbohidratos (45 a 60 por ciento) de fuentes de alta calidad, poca pero suficiente proteína de fuentes principalmente vegetales y 25 a 35 por ciento de grasa principalmente vegetal.

Traducido a la cotidianidad de la cocina, esto significa “muchas legumbres, cereales integrales y verduras, algo de pescado, nada de carne roja o procesada y muy poca carne blanca, poco azúcar y cereales refinados, buenas cantidades de frutos secos y aceite de oliva y algo de chocolate negro”, especifica Longo en un comunicado.

Lo óptimo, añade, es comer solamente dentro de una ventana diaria de tiempo de 11 a 12 horas e introducir durante el año varias fases de ayuno.

La longevidad es, por así decirlo, el tema de vida de Longo: es director del Longevity Institute de la University of Southern California, así como autor de varios libros. En su página web brinda consejos sobre cómo mantenerse joven y también ofrece denominadas recetas de longevidad.

Estas pueden decepcionar a los fanáticos de la carne, pero tampoco suenan mal: cuscús con pescado, ensalada de pan de la Toscana y pasta con berenjenas. Además, Longo fundó una empresa con productos para conceptos de ayuno, que detalla en el anexo del estudio.

Longo y Anderson subrayan en su trabajo que una alimentación “anti-edad” debe adecuarse a cada persona. Porque no existe una solución que se adapte tanto a una persona en buen estado físico de 20 años como a una persona de 60 con enfermedad metabólica.

Los investigadores detallan que el género, la edad, el estilo de vida, el estado de salud y los genes deben ser contemplados. Por ejemplo, indican, las personas de más de 65 años bien pueden necesitar más proteínas.

Kristina Norman, gerontóloga en el Instituto Alemán de Investigación en Alimentos considera que estas adaptaciones son fundamentales: “Con la edad suele ser difícil absorber suficientes proteínas. Una cantidad demasiado baja de ellas puede implicar una pérdida de masa muscular y un consecuente mayor peligro de caídas y fracturas. Entonces, comer un poco más de carne de lo recomendado generalmente puede ser conveniente”.

El dúo de investigadores examina un amplio espectro de trabajos: empezando por estudios sobre levadura, gusanos o moscas hasta datos clínicos y modelizaciones. A esto se suman informes sobre la nutrición tradicional en lugares donde muchas personas viven hasta una edad muy avanzada.

“Un estudio en el que a un grupo se le asigne la dieta recomendada por Longo, y cuyo tiempo de vida finalmente se compare con un grupo de control, sería algo muy difícil de implementar. Por eso los autores lo enfocan recolectando diferentes evidencias”, sostiene Norman. Y considera que las tesis de Longo y Anderson fueron documentadas de manera convincente.

Señala asimismo que existen muchos paralelismos con recomendaciones conocidas, por ejemplo con las de la Sociedad Alemana de Nutrición, y también con el plan de comidas propuesto hace algún tiempo por científicos en pos de una alimentación saludable y al mismo tiempo respetuosa con el medio ambiente.

“A diferencia de lo que frecuentemente se supone, las recomendaciones para una alimentación saludable no cambian cada par de años. Las más relevantes son muy estables”, apunta Norman. “El estudio de Longo puede verse como lo mismo de siempre, pero el tema está enfocado de maera nueva y documentado cada vez con mayor evidencia”, aclara.

Para Bernhard Watzl, antiguo director del Instituto de Fisiología y Bioquímica de la Nutrición del Instituto Max Rubner, este trabajo panorámico muestra sobre todo que la cantidad y la calidad de la alimentación son decisivas para una vida longeva.

“Lo que hay que tener en cuenta es que resulta preferible consumir más bien energía de menos que de más”, manifiesta. Y explica los mecanismos subyacentes en el cuerpo: “Cuanto más se desafía y exige un sistema, más se desgasta”. Por lo tanto, considera que es mucho más importante desafiar y exigir al cuerpo a un nivel moderado.

Sin embargo, en materia de ayuno, Watzl se muestra menos convencido por este corpus de datos que Longo: “El ayuno es solamente algo para las personas que no logran limitar su consumo de energía”, afirma. De ese modo, el hecho de prescindir temporalmente de alimentos puede ayudar por ejemplo a volver a sensibilizar determinados receptores en el cuerpo, indica.

Watzl subraya que, por lo general, nunca es tarde en el transcurso de la vida para adoptar una alimentación sana. Sin embargo, en el caso de determinadas enfermedades que se desarrollan durante décadas en el cuerpo, cuanto antes se lo haga, mejor.

Longo responde, ante una pregunta de dpa, que incluso en personas de más de 60 o incluso de más de 80 años la esperanza de vida puede aumentar varios años si se implementan muchas de las propuestas que él formula.

En el estudio se indica que las mayores ventajas se logran con la ingesta de mayores cantidades de legumbres, cereales integrales y frutos secos y la reducción del consumo de carnes rojas y procesadas.

En cuanto a la calidad de los alimentos, Watzl considera positivos algunos hábitos como comer pan integral o muesli. “Pero muchas veces al pan se le agrega demasiado queso o embutido. O se come pan blanco”, advierte.

Watzl también se muestra crítico respecto de los alimentos muy procesados, por los aditivos, pero también por la rápida disponibilidad de los nutrientes, lo que sobreexige el metabolismo.

En líneas generales, Longo y Anderson proponen implementar pequeñas modificaciones graduales en la alimentación y desaconsejan un cambio drástico. Ya muchos conocen la problemática al intentar una dieta: si el plan de comidas es muy restrictivo, no es posible mantenerlo a largo plazo. El resultado es un efecto yoyó o rebote.

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