Un viejo amor del Chato Matta.
Un viejo amor del Chato Matta.

El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular tallarín saltado criollo con carne de lomo y, para calmar la sed, pidió una jarra de cebada tibiecita. “María, mi vida está cambiando. Debe ser por los años que ya pesan, pero ahora disfruto más quedarme en casa, ver una película en Netflix o Amazon y preparar canchita, en lugar de estar en la calle o en los huariques tomando con y sus bandidas. Pero a veces la nostalgia me invade. Mi cama la siento fría. Tú sabes que estoy separado hace muchos años. Me dolió por mis hijitos a quienes amo y siempre voy a verlos. Ellos son mi motivación para trabajar día y noche.

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Sufrí mucho tiempo, hasta que me casé con la soledad. Pero como cantaba Federico Moura de Virus, ‘el destino es circular’. Justamente hace un mes, de casualidad, me encontré por el centro de Lima con un antiguo amor, Gina la ‘come carne’. No sean malpensados, así le decían porque su mamá era una gorda chismosa que se paseaba por todo el barrio diciendo que en su casa comían carne todos los días. Pero ella era buena onda.

Era la chica más deseada del parque. Conmigo hizo clic. Nos dimos ‘piquitos’ y escapábamos a un hotelito misio, pero siempre hablaba de irse a Estados Unidos, donde vivía su padre. Una noche me dijo: ‘Hazme el amor como nunca, me voy a Los Ángeles mañana’. Después de un año supe que se había casado con un gringo militar retirado. Ahora la encontraba saliendo de una peluquería. Estaba fuertísima, bella, bien conservada.

‘Chatito, qué gran sorpresa, a todos les preguntaba por ti, nunca te olvidé ni la forma cómo nos despedimos’. Esa noche nos fuimos a bailar al ‘Kurda Piano Bar’ y tras varias rondas de ‘margaritas’ ella se sinceró. ‘Con el gringo no pasa nada, le apesta la boca, cuando tu esposo te aburre buscas algo en otro lado. Vivo en una bonita casa, pero hago mi vida. Lo peor que le puede pasar a una latina es casarse con un viejo aburrido, así tenga plata’.

Gina llegó de Estados Unidos con sus hijitos, bien forrada de dólares, pero dejó a los niños en casa de su mamá y sacó un tour a Paracas. ‘Chato, ¿te acuerdas de nuestro primer campamento en ‘Las Conchitas’ en Ancón? Nunca lo olvidaré, porque fui tuya por primera vez. Ahora te invito a un hotel cinco estrellas. Aquella vez no teníamos ni para pagar ese trago horrible, creo que se llamaba ‘chuchuhuasi’, ahora alquilaremos una suite frente al mar’.

La pasé bien con Gina en Paracas. Una noche me hizo una propuesta: ‘Amor, vente conmigo a California. Con mi divorcio sacaré tanta plata que podrás vivir sin trabajar o cachuelear en lo que quieras, para que le mandes plata a tus hijitos’. Me puse a pensar. Estaba guapa, enterita y sentía que me quería, pero a mi edad ya no estoy en condiciones de volver a formar un hogar. Puedo estar un fin de semana, pero no soportaría vivir con alguien.

Además, mis hijos están en una edad difícil, su madre trabaja y deben estar chequeados por su padre, sobre todo en estos tiempos. No puedo ser egoísta y dejarlos lejos. Además, como decía el gran poeta Pablo Neruda, es mejor recordar a ese amor juvenil como lo conociste, lozano, fresco, no con el paso de los implacables años, con el corazón partido por los dolores del desamor y la decepción’.

Hice un brindis, como escribió Neruda, ‘para que nada nos separe, que nada nos una’”. Pucha, ese Chato también tiene sus historias. Perdió una buena esposa por mujeriego y dejarse llevar por el cochino y sinvergüenza de Pancholón. Me voy, cuídense.

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