Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por su cazuela de res, su trigo con harto queso, pollo al horno con arroz graneadito y su jarrita de emoliente calientito. “María, me encontré tempranito en la redacción con ‘El Sonámbulo’, el legendario periodista de policiales. Estaba indignado. Fumaba y golpeaba la mesa.

No puede ser posible que ese asesino, el emerretista , desde su cómodo asilo político en Estocolmo, Suecia, haga proselitismo político y apoye la candidatura de . ‘Dime con quién andas y te diré quién eres’. Peter le hace un flaco favor al candidato del ‘lápiz’ cuando dice que ‘si gana Castillo podré regresar a Lima. ¡Estocolmo con Castillo!’.

A raíz de esta súbita aparición en las redes sociales, lo entrevistó la revista Caretas para que hable sandeces. María, el MRTA surgió a inicios de los ochenta como un grupo inspirado en la guerrilla tupacamarista uruguaya, pero terminó como un grupo terrorista y asesino como Sendero.

Víctor Polay Campos, quien fue un aprista radical, era su líder. Combinaron acciones guerrilleras en sus bases asentadas en la zona de San Martín y la selva central. Les gustaba la propaganda y daban ‘entrevistas’ a la prensa nacional y extranjera.

Pucallpa y Tarapoto fueron testigos de las atrocidades de los ‘cumpas’, que llegaron a cometer verdaderas masacres contra travestis, gays y consumidores de drogas. Crímenes a los que llamaron eufemísticamente ‘profilaxis social’.

Pero en la capital funcionaban como una maquinaria diabólica. En Lima estaba ‘su caja chica’, para financiar su supuesta guerrilla. Se dedicaron a ‘la industria de los secuestros’. Peter Cárdenas Schulte, el sanguinario número dos del grupo terrorista, era el cerebro de esta malsana ‘industria’. Secuestraban a prósperos empresarios, algunos vinculados a las comunicaciones y la política, como Héctor Delgado Parker, y otros relacionados con el agro, la minería y la banca.

Cárdenas y sus compinches sepultaban a los empresarios en un cautiverio que no tiene parangón en la historia de los secuestros en América Latina. Fue precisamente el ahora ‘asilado’ en Estocolmo y entusiasta promotor de la candidatura de Pedro Castillo, quien ideó y diseñó esas terribles cámaras de tortura medieval, a las que llamó ‘cárceles del pueblo’. Estas se construían haciendo agujeros diminutos debajo de los clósets de casas residenciales, donde se alojaban los jerarcas del movimiento, como Víctor Polay, Jorge ‘El Negro’ Avellaneda y Cárdenas.

A sus plagiados los ‘sepultaban’ en habitaciones reducidas bajo tierra, eran ataúdes de concreto donde no había luz solar y el foco lo prendían solo cuando les lanzaban las sobras de lo que almorzaban los terroristas.

La táctica del negociador Cárdenas era destruir moralmente a la familia. Les enviaban fotos donde aparecían desnudos y totalmente calavéricos, para obligarlos a que cumplan con los millonarios rescates.

Algunos no tuvieron la suerte de salir tras un largo periodo de encierro y morían en cautiverio, como el empresario minero Ballón Vera. Héctor Delgado Parker, después de meses, fue liberado porque pagaron su rescate, pero las terribles condiciones del confinamiento le destrozaron la salud. Murió pocos meses después.

¿Con qué autoridad moral pide regresar al Perú este asesino? Más bien debía estar junto a en una celda de por vida”. Pucha, qué terrible historia. Ese ‘apoyo’ de un terrorista como Peter Cárdenas le puede bajar puntos al profesor. Me voy indignada, cuídense.

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