La Seño María

Pancholón asustado

El abogado más mujeriego de Lima y Callao, Pancholón, compartió con el Chato Matta una historia alucinante, que pudo terminar con un trágico final.
El abogado 'Pancholón' opina que la seria sobre su vida sería más vista que ‘La casa de papel’ o ‘Dark’.

El Chato Matta llegó con hambre al restaurante. Se pidió un bistec encebollado con su arroz blanco graneadito y rocotito molido. “María, después de varias semanas me timbró mi hermano Pancholón. ‘Chatito, te espero en la cebichería que está por la Trinchera. Atienden unas hermosas venezolanas, se come rico y respetan todos los protocolos sanitarios. Abre que voy…’.

‘Causa, me dijo el abogado mujeriego, tú te preguntabas por qué me había desaparecido. Es que me tocó vivir una historia alucinante que pudo tener un final trágico, pero el de ‘arriba’ me cuida pese a que soy un pecador.

Me fui a Huánuco para unas diligencias. Por los pasadizos del Poder Judicial de esa ciudad, conocí a una linda huanuqueña de tremendas caderas. Me miró de pies a cabeza cuando me vio con mi terno. ‘¿Usted es abogado de Lima?’. ‘Soy del Callao’, le respondí'.

‘¡Qué bueno, doctorcito, porque los de acá no quieren llevar mi caso, están comprados por el padre de mi hijo. Él no me manda ni un sol para su manutención pese a que trabaja en una gran transnacional de San Francisco, frente a la Isla Alcatraz’.

Amiguita, le dije, eso está difícil, las leyes en Estados Unidos lo van a proteger. ‘¡No doctor, la empresa tiene una filial en Lima!’. Ese era otro cantar. Yo mismo soy. Fuimos a mi hotel y le redacté una demanda de alimentos, pero también por vestimenta, recreación y vivienda para el chamaco y pedimos una asignación anticipada de alimentos.

El juez de Paz a los cinco días admitió la demanda y dictó la cantidad de 8 mil soles mensuales con devengados. Era un billetón. La caderona no lo podía creer. En cuanto cobró el primer cheque me llamó y me dijo: ‘Gordito, no sé cómo pagarte lo que has hecho por mí... me voy a Lima, pídeme lo que quieras, soy toda tuya’.

Le pedí hospedarnos en la mejor habitación de La Posada con cama king size. Patty, mi huanuqueña, me ‘secuestraba’ cada fin de mes y si no podía venir, me mandaba el pasaje en avión para ir a Huánuco.

Pero para mi mala suerte, el padre de su hijo empezó a averiguar con quién andaba la bandida, ahora que recibía un billetón y contrató a un abogado para que averigüe y contrate a unos ‘apretones’ para que me quiebren y manden al hospital.

En mi búnker recibí una llamada de mi amigo el policía Godito: ‘Doctor Panchito, nuestro servicio de inteligencia detectó que un abogado inescrupuloso ha contratado a una ‘batería’ para que le den una paliza. Cuídese’. Pucha, me asusté, ya me había dado cuenta de que unos carros con lunas polarizadas seguían mis pasos. En una me abrí de la caderona.

La cité por última vez y le canté como el maestro Héctor Lavoe: ‘Todo tiene su final, nada dura para siempre...’ y pronuncié varias de mis célebres frases: ‘El que se enamora pierde’. ‘La pampa es para todos’, ‘Los partidores se van al suelo’”. Pucha, ese señor Pancholón es un cochino y sinvergüenza. Nunca va a cambiar. Me voy, cuídense.


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