El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular cebiche al estilo de mi Callao querido: bonito fresquecito, choclo, canchita y bastante ají limo. Después un arrocito con mariscos a lo macho y su limonada frozen heladita. “María, el viernes recibí el llamado del abogado más mujeriego que han visto mis ojos, Pancholón. ‘Causita -me gritó- baja urgente, somos los que somos, tengo pase libre adelantito para el Festival de la salsa Chim Pum Callao. Te espero en una’. Llegué volando justo cuando iba a cantar ‘El Canario’: ‘Qué tal mi amor/ qué sorpresa la de encontrarte/ cómo te va/ hace tiempo que deseaba verte.../ para saber algo de ti/ y sin querer estás aquí/ Ven junto a mí, ven junto a mí/ Ven aquí/ Cierra los ojos y juntitos recordemos/ aquellos días que feliz años pasados / Cuando tocábamos el cielo con las manos / Tú enamorada, yo enamorado/ Cuando tu cuerpo con mi amor se alimentaba/ Cuando el invierno era nuestra primavera/ Cuando reías y también cuando llorabas/ como me amabas / como te amabaaaaa…’.
Pancholón ya estaba movido de tanto ron y me abrazó. ‘Chato, tú sí eres barrio y varón. No eres fulero como el doctor Chotillo. Un día como hoy, hace 20 años, llegué a mi casa y me habían cambiado las cerraduras, y mis cosas estaban en la calle. Mi esposa me botó para siempre. Hubo un traidor que andaba conmigo en juergas y encerronas. ‘Pinochín’ me soboneaba, pero cuando me daba la vuelta me clavaba un puñal en la espalda. En ese tiempo ganaba miles de dólares en la radio y todas las noches eran de sexo y lujuria con trampas. Todos los días cambiaba de ‘pantaloncito’.
Tenía un montón de hinchas, pero nunca olvides que los traidores están cerca a ti. Yo no me daba cuenta, pero el tal ‘Pinochín’ no solo me envidiaba las trampas; lo que no es pecado, porque siempre he dicho que la ‘pampa es para todos’, sino también a mi señora que era una mujer de su casa. El largador iba calladito a contarle mis andanzas, como esos idiotas, ‘paños de lágrimas’. Una vez cometió la bajeza de pagarle a un hombre de inteligencia para que me grabe una de mis encerronas en la canchita de ‘Tarzán’ y después en La Posada. Yo sé que fue él quien le llevó el video a mi esposa. En esos tiempos estaba ganador y la fama y los dólares me marearon. Andaba con un collar de oro de 24 kilates en el cuello.
En Paraguay, después de dos noches de sexo desenfrenado con un mujerón del carnaval, me pepearon y dejaron calato. Era una joya de miles de dólares. Fui a la policía, pero los corruptos me botaron: ‘¡Peruano, huevón, ándate rápido a tu país, tú tienes la culpa por meterte con mujerzuelas!’. Me fui en el primer avión. Hoy he madurado, hago la justa y dejo bien a los varones. Las amanecidas en La Posada me están pasando la factura. Sufro de la próstata, el médico me ha dicho que termine rápido por el bien de mi salud, pero debo cumplir como los grandes. Además, mi actual novia, la ‘venequita’, es incansable y me pide más y más. A veces me da la pensadora y me siento vacío después de la faena. Pero lo que más me duele es haber perdido a una gran mujer como mi señora, porque en la calle solo conozco mujeres que no son fieles a nadie. Jamás encontraré a una mujer como ella.
No me considero malo, pero tanta tramposería me tiene podrido. Cuando estoy con una chica no quiero ni voltearme, porque pienso que me van a partir, no puedo controlarme y miro a las mujeres de mis amigos. Pero la vida es una sola, ahora volveré a Paraguay para ver a mi selección’”. Pucha, ese señor Pancholón es un cochino y sinvergüenza. Su castigo es que se va a quedar viejo y solo. Me voy, cuídense.
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