El Chato Matta llegó al restaurante por su rica pachamanca a la olla con carne de res, cerdo, choclo, papita y ajicito molido. Para calmar la sed se pidió una jarrita con chicha morada heladita. “María, mi hermano Pancholón me mandó un audio de ‘wasap’. ‘Chatito, mañana vuelo a Medellín con los abogados del Callao Melvi, Angelito, Iván, el Patrón, Marito y Calulo. Vamos a dejar bien a los peruanos, a los chalacos y celebrar el Día Internacional del Abogado con las hermosas paisas.

Vente volando que estamos en una reunión privada, la despedida en el búnker’. Llegué al toque y Pancho me ubicó en su mesa especial, donde la adornaban sendas botellas de whisky etiqueta dorada. Uno se preguntaba por qué el abogado infiel había preparado toda la espectacular celebración. Pero cuando vi al mujerón que tenía al costado, lo comprendí todo. Junto a él estaba una colombiana, Estrella, de carita de ángel y figura espectacular.

Sus amigos se codeaban y se relamían los labios cuando la miraban. ‘Chato, ¿cómo hace Pancholón para andar con semejantes monumentos?’, me preguntó el Patrón.

En eso retumbó la salsa que le encanta al gordito, ‘Corazón embustero’: ‘...La noche le prestó negro a su pelo y el mar verde esmeralda a su mirada/ el fuego de su aliento se clavó en mi pensamiento y después me fue imposible ya olvidarla/ por lo que has hecho yo quisiera despreciarte, tener valor para poder llegar a odiarte/ pero mi corazón es embustero y miente para no gritar que aún te quiero. Grande papáaaa, junto a mi Trome’. ‘Esta canción te la dedico a ti, mi bella parcerita’, le dijo a su colombiana y le metió tremendo chape que dejó con la boca abierta a todos.

A Panchito se le habían subido los whiskies y empezó a recordar cuando era el narrador estrella de la radio en los noventa y ganaba miles de dólares. ‘A cada rato viajaba a Colombia a la Copa Libertadores y siempre en mi cabina de transmisión estaba acompañado por una ‘mona’ (rubia) llamada Julieta. A la ‘paisa’ le encantaba estar conmigo en la cabina. ‘Panchito -me decía-, cuando tú narras se me pone la piel de gallina’. Y no era porque hacía frío en Cali, sino porque mis relatos eran eróticos y en los goles gemía y se transformaba en una gatita en celo.

Aquella vez tocaron la puerta de mi cabina y entró un monumento de mujer ofreciendo bandeja paisa para comer en el entretiempo. No pude con mi genio y me fui de avance’. Pancholón le dijo a la vendedora que se quedara en la cabina. La chica aceptó con gusto, pero Julieta se puso furiosa, le arranchó el micrófono, los audífonos y se los tiró a la tribuna, y se agarró de las mechas con la mujer.

Hasta se escuchó ‘te mando la moto’. Las cámaras de televisión de Cali captaron esa bronca y Pancho salió en los noticieros y diarios populares: ‘Caleñas se pelearon por narrador peruano’. ‘Esa noche llevé a mi vendedora de bandejas paisa a mi hotel. Allí mi nueva conquista me puso la pistola. ‘Antes de ser tuya, quiero que me narres el golazo de Freddy Rincón a Alemania en el Mundial de Italia 1990′.

Y me imaginé aquel partidazo: El ‘Pibe’ Valderrama toca para Freddy, que devuelve en pared, el ‘Pibe’ busca el callejoncito, ayayayy, mamacita mía, ayyyyy mamita, qué pinturita, va para Rincón, que le ve la huachita a Schumacher, ay, mamita linda, gol, gol, gol, para mi Colombia linda, ayayayayayayay’.

Chato, la colocha se deshizo con mi narración y esa noche campeoné como los grandes. Ahora ya estoy en Medellín y me subí a la ‘Chiva rumbera’, un bus donde ponen la mejor música. La otra semana les contaré mis aventuras. La vida es una sola, dame que te doy’”. Pucha, ese señor Pancholón es un sinvergüenza y todavía cuenta sus cochinadas. Va a terminar viejo y solo. Me voy, cuídense.

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