El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso estofado de pato, estilo chiclayano. Lo acompañó con sarsa criolla. De beber pidió una tacita doble de anís para bajar la grasita. “María, mi hermano Pancholón me mandó un audio de ‘wasap’. ‘Chatito, deja todo y vente al sauna privado. Hay un reservado en el tercer piso para nosotros sin envidiosos, sapos rabiosos ni ‘largadores’. Llegué volando para relajarme un rato y el gordito estaba sudando a chorros en la cámara seca. Al rato, pidió unas cervecitas al tiempo. Estaba con la resaca y calato se puso a cantar una salsa que le gusta de ‘Zaperoko’: ‘Sigue así burlándote de mí/ Y un día pagarás este dolor/ con más dolor/ Y cuando llegue el día/ al verte de rodillas/ me burlaré de ti/ Será la revancha de mi amor/ así como me has hecho sufrir/ vas a sufrir/ Y aunque me veas llorando/ y aunque te vea llorando/ te gritaré que nooooo...’. Chatito, desde que me ampayó la tóxica estoy escondido. Vivo estresado. Tengo miedo de que me haga daño porque es enferma de los celos. La verdad es que nunca podré ser fiel a nadie. Ahora por el Día de la Madre voy a estar con mi viejita, que es una santa, porque las madres de mis hijos me odian. Hablan pestes de mí.
No puedo con mi genio y también sufro y lloro como el gran Héctor Lavoe en la soledad de mi cuarto. La vida de un mujeriego no es fácil. En mi camino se cruzan locas, fuleras, centradoras y también envidiosos, drogos, hinchas, sonsos, puñaleros y mala leche. Soy barrio y puedo lidiar con todos, pero me paltean las locas porque son capaces de todo. A la tóxica yo le pinté la cancha clarita. ‘Tú me gustas un montón, dame que te doy, pero yo soy callejero y nunca voy a cambiar’. Siempre fui así, desde que estaba casado. No soy como esos sanazos que le dicen a la trampa ‘dormimos en camas separadas’ o ‘no pasa nada con esa bruja’. La tóxica me conoció así y me aceptó. Pero empezó a acosarme. Y a espiarme. Me seguía y hasta me descubrió entrando a La Posada con la grandota. Chato, hace unos días decidí hacerle el amor por última vez. Cuando terminamos le dije : ‘Mami, pasamos lindos momentos, pero ya no corre. Eres una chica bonita, búscate un joven de tu edad’. ‘¡Te jodiste -me gritó-, soy una hija de su mamá, te vas a acordar de mí, voy a hacerte un escándalo con tus amigos abogados!’. Me vestí y salí embalado. Llamé a un causa para que me preste su casa de playa y esconderme unos días. Chato, la próxima semana te sigo contando, ahora salud por ellas aunque mal paguen’”. Pucha, ese señor Pancholón es un tremendo sinvergüenza. Es un viejo cochino. Me voy, cuídense.
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