Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tiradito de cachema con su camotito sancochado y choclito desgranado. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada heladita. “María, siempre lo he dicho: uno se puede divorciar, pelear o separar de su pareja, pero nunca de sus hijos. Hay que tener alma de diablo para hacer sufrir a nuestros retoñitos en una disputa conyugal.
A la mayoría de personas, los hijos nos cambian el chip del cerebro. Ya no somos los que éramos antes, los egoístas, vanidosos y descuidados. Ya pensamos en función de ellos, de su futuro, seguridad y felicidad. Para los padres y madres responsables, los hijos están ante todo y son nuestro objetivo hasta que ellos mismos puedan valerse en la vida.
Por eso no entiendo la actitud de Christian Cueva, quien sin pensar en sus hijos chiquitos se manda besos de ‘enamorado’ con su nueva pareja Pamela Franco en redes sociales. Y todo porque su aún esposa, Pamela López, dio una entrevista a ‘Amor y fuego’, donde revela aspectos de su pelea con el jugador. ¿No piensa Cueva en el impacto que esas imágenes harán en sus pequeños? ¿Que sus amiguitos del barrio y el colegio no les harán bullying? ¿O que los padres de sus compañeros no hablarán a sus espaldas?
Mal también lo de Pamela López, de ventilar en cadena nacional sus problemas de pareja, para satisfacer el morbo de la gente. En lugar de solucionar su problema entre cuatro paredes, sale a ventilar sus trapitos y a echar agua con ventilador al padre de sus hijos. Muy lamentable.
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