Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una cachemita frita con su arroz blanco, ensalada fresca y majao de yuca. Para calmar la sed pidió una jarrita de chicha morada. “María, en un contexto en que el país necesita más trabajo para producir y salir adelante, el Congreso se ha puesto de espaldas a este anhelo creando casi un cincuenta por ciento más de feriados en los últimos tres años.
Uno entiende que estos días festivos tengan una honda relación con nuestra historia y es necesario descansar para festejarlo como se debe, siendo un ejemplo de ello las Fiestas Patrias. O que nos recuerden el nacimiento o la pasión de Cristo para los cristianos, que son mayoría en el Perú.
Pero eso de crear feriados sobre hechos importantes, pero no tanto como para dejar de trabajar es un despropósito. Así, el Parlamento ha creado cuatro nuevos feriados obligatorios para el sector público y privado (23 de julio por el Día de la Fuerza Aérea del Perú, el 7 de junio por el Día de la Bandera, el 6 de agosto por la batalla de Junín, y la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre).
Los primeros que han protestado, pero sin mayor consecuencia, han sido los empresarios. Es que si se suman los 30 días de vacaciones con los 16 días libres adicionales, son 46 las jornadas no trabajadas pero remuneradas. Un país que se quiere desarrollar debe trabajar mucho más.
Si queremos salir del pozo del subdesarrollo debemos esforzarnos más que nuestros competidores. Eso, claro, pagando lo justo y muy bien a los trabajadores, que son la base de las empresas. Considero que no estamos para eso. No somos un país industrializado y rico. Menos una nación tecnológica y que exporte capitales.
Encima, la pandemia y la inestabilidad política nos golpearon tanto que aún pugnamos por salir. Los congresistas nunca han sido unas luminarias en economía. Tampoco saben lo que es pagar una planilla o invertir hasta el último sol en un emprendimiento. Por eso legislan sin conocer nada. Es hora de corregir las cosas”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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