Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un puré de papas con asado de carne y arrocito graneado. Para tomar pidió una jarrita de jugo de maracuyá fresquecito. “María, por temas de trabajo tuve que viajar hace unos días a Colombia, donde recorrí algunas ciudades de ese país como Bogotá, Medellín y Cartagena. La pasé bien conociendo la cultura colombiana y su magnífica hospitalidad, así como su bella arquitectura. De regreso a Lima, apenas saliendo del aeropuerto, me encuentro de golpe con otra realidad. En verdad fue una cachetada. Combis y micros que te meten el carro y se pasan la luz roja; basura a un lado del camino, baches que parecen cráteres en la avenida Faucett y un paisaje deprimente, que contrasta con logros peruanos que son nuestro orgullo, como Machu Picchu y la rica gastronomía que entusiasma a gente de todo el planeta. Por donde quieras salir del ‘Jorge Chávez’, por Faucett, Gambetta, Tomás Valle o la avenida Argentina, los visitantes extranjeros verán la cara más fea de la ciudad. Pero eso no es todo. Es nuestra cultura, falta de educación y ausencia de civismo lo que nos debe hacer sentir vergüenza.
El río Rímac, donde alguna vez se podía pescar bagres o camarones, hoy es un silo pestilente, que arrastra un caudal de agua contaminada. Por diferentes sitios la gente arroja basura. Toda la ribera, desde Chosica hasta el Callao, ha sido abandonada por las autoridades. Qué diferente con el río Mapocho, en Santiago de Chile, o el río Tigre, en el sur de Buenos Aires, un auténtico paraíso de verde, flores y limpieza. Tenemos que cambiar esa forma de ser y hacer de nuestra ciudad más amigable. Hay que luchar contra la cultura de ‘Pepe el vivo’, ese que roba energía eléctrica, cable o agua potable. O que se pasa la luz roja y coimea a los policías. Lo vemos hasta en la cola del Metropolitano. Mientras la mayoría hace la fila correctamente, hay gente que se cuela. Otros compran celulares sabiendo que son robados. Si les falta alguna pieza del carro, se van a San Jacinto o La 50, en Independencia, donde pueden hallar esa autoparte de procedencia ilícita. Pasa también con los perros. En mi barrio, la gente sucia y floja suelta a sus mascotitas en horas de la noche para que se vayan a ensuciar donde quieran y sin que nadie recoja sus heces. Y cuando uno los sorprende salen con que ‘ay, se me escapó’. Muchos puentes peatonales se han convertido en mercadillos donde apenas se puede pasar. Imagínense que nos coja un terremoto allí. Falta cultura y civismo en nuestro país. Aprender que se puede vivir como en otros lugares, con orden, limpieza y buena onda. Para ello las autoridades tienen la palabra. Mano dura hasta que aprendan. Apenas se detecte un problema hay que solucionarlo. No esperar a que se agrande, porque eso será difícil de extirpar”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.más orden y limpieza
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