Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un chicharrón de pescado con yuca sancochada, arrocito graneado y sarsa criolla. Para tomar pidió una jarrita de limonada frozen para bajar el calor. “María, ahora hasta para enamorarse hay que tener mucho cuidado. Antes, uno conocía a su pareja en el barrio, el colegio, la familia o la universidad. Antes de iniciar una relación, uno ya sabía todo de esa persona, sabía de qué pie cojeaba y quiénes eran sus padres.
Y, como dije ayer, antes del matrimonio, las parejas tenían años de enamorados y novios. El paso final uno lo daba con toda la seguridad del mundo. En estos tiempos la gente conoce a sus parejas en la discoteca, una fiesta, un campamento o el llamado ‘good time’. También se está volviendo común hacerse enamorados por internet o en aplicaciones de citas, como Tinder.
De la noche a la mañana son novios así nomás, sin conocerse. Mucha gente miente en esos sitios para conocer pareja. Como pasa con los perfiles de redes sociales, los usuarios solo ponen lo bueno y dejan bajo la alfombra todo lo malo.
El otro día leí en Trome que por estas fechas aumentan los casos de robos y estafas por aplicaciones de citas. Las víctimas son hombres y mujeres solitarios que buscan un novio o novia, pues por la forma tradicional no han tenido suerte. De esto se aprovechan las mafias para ‘pintarles pajaritos’ y luego de un tiempo citarlos en un lugar desconocido, donde los asaltan o roban.
Otras mujeres son más frías y logran engatusar a su víctima, hasta sacarle sus datos e información confidencial para vaciar sus cuentas. También hay de las que piden un ‘préstamo’ que nunca devolverán. El año pasado se conoció el caso de una falsa empresaria boliviana, quien enamoraba por Tinder a empresarios peruanos y hasta los invitaba a lujosos restaurantes donde ella pagaba. Luego de hacerse novios, ella les decía para comprar un departamento juntos. El hombre abonaba miles de dólares y ella desaparecía. Así de fácil.
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