Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un chicharrón de pescado con yuquita frita, sarsa criolla y una jarrita de limonada fría. “María, cada cierto tiempo el Perú y sus restaurantes son galardonados con importantes premios de la industria gastronómica en el mundo. Incluso, el año pasado, Central, el negocio de comida de Virgilio Martínez, ocupó el primer puesto en el ranking The World’s 50 Best Restaurants, es decir, es el mejor de todo el planeta. Nuestra riqueza culinaria es reconocida en cualquier lugar.
No hay persona en el orbe que no destaque nuestro cebiche, para empezar. Y también la causa rellena, el polo a la brasa, el seco con frejoles, tallarín saltado o papa a la huancaína. Nuestra fama ya es tan grande que de a pocos se está produciendo una suerte de turismo gastronómico en el país, es decir, que hay extranjeros que solo vienen al Perú a comer nuestros principales platos y a llevarse experiencias inigualables.
En estas épocas en que tenemos crisis económica y nuestros jóvenes se van por miles al extranjero en busca de oportunidades, hay que ponernos a pensar en esto para sacar alguna utilidad. Si lo hacemos con la comida, si en gastronomía somos los mejores del mundo, ¿por qué no podemos ser lo mismo en diseño de ropa, en confección, en zapatos, minería, industria o tecnología? Muchos dicen que falta apoyo del Estado, pero el boom de la comida peruana tuvo el empuje de la iniciativa privada a cargo de Bernardo Roca Rey y Gastón Acurio, entre otros, que derivó luego en esa gran idea que fue Mistura.
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