Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tallarín saltado de pollo bien jugosito. Para tomar pidió una jarrita de chicha morada. “María, datos del Ministerio de Salud indican que mucha gente va a emergencia o a consultarios de los hospitales por daños a su organismo causados por la ingesta de medicamentos sin receta médica. Es decir que miles de peruanos se automedican para eliminar una dolencia, sin acudir al especialista. Otros se acercan a la farmacia y le piden al dependiente, muchas veces solo un técnico, algún medicamento para el dolor de cabeza, lumbalgia o gripe. A la larga esto les provoca problemas graves como úlceras pépticas (heridas en el estómago) y hasta hemorragias intestinales. El otro día, un amigo casi se muere por una mala decisión. Tenía los malestares de un resfriado y tomó cuatro ibuprofenos al hilo. En menos de una semana, la hemorragia intestinal que le causó la ingesta de estos antiinflamatorios le provocó una anemia severa de casi 7 puntos de hemoglobina. Tuvieron que hacerle una transfusión de sangre para salvarlo. Tras una endoscopía, es decir, una exploración introduciéndole un tubo con cámara de video por la garganta, descubrieron que el medicamento le había causado una herida, una úlcera sangrante en las paredes del estómago.
Por eso nadie debe automedicarse. Solo el galeno, con años de estudios en medicina y con la experiencia debida, está facultado para recetar. Él sabrá la dosis y la periodicidad de las tomas. Y la elección de las pastillas, píldoras o inyección. Para que lo entiendan: un farmacéutico no sabe recetar. En último caso, tomar hierbas para mitigar los malestares, como hacían antes las abuelitas. Con la salud no se juega. Y menos si los enfermos son niños o ancianos. Hay que tener mucho cuidado.
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