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El triste final de Alejandro Toledo

La Seño María analiza la situación actual del expresidente, preso, enfermo y acusado de varios delitos de corrupción.
El triste final de Alejandro Toledo

Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por una espectacular parihuela con harto marisco y su ajicito molido y rodaja de limón. Para tomar pidió una jarrita con agua de cebada. “María, ayer me sentí sorprendido por el expresidente Alejandro Toledo, quien en plena audiencia del caso Interoceánica Sur, lloró y casi se desvaneció pidiendo ser conducido a una clínica porque se sentía mal. Incluso en esos momentos se puso malcriado y le dijo a su carcelero ‘no me toques, carajo’.

Así acaban este tipo de políticos que algún día fueron poderosos y en lugar de trabajar por el pueblo se enriquecieron pidiendo coimas, dejándose llevar por la ambición. Porque Toledo, un economista reconocido y con buenos trabajos en el Perú y Estados Unidos, algunos de ellos en universidades gringas, y teniendo a su esposa Eliane Karp como funcionaria de bancos internacionales, no era un pobre ni mucho menos.

Tenía mucho dinero, una casa hermosa en Camacho, otra en Punta Sal y una vez retirado de Palacio de Gobierno recibiría una pensión vitalicia como exjefe del Estado. Pero quería más. Y la única forma de lograrlo, según él, era delinquiendo. Pidió una coima de 30 millones de dólares a Odebrecht para la construcción de la Interoceánica y hasta se dio el lujo de amenazar a Jorge Barata, gerente de esa empresa, diciéndole ‘¡dónde está mi plata, carajo’.

Triste final de un presidente y político en el que millones de personas creyeron la encarnación de la democracia y la honestidad. Así como él, muchas autoridades pasarán sus días en prisión, como es el caso de otros exmandatarios actualmente juzgados, alcaldes, gobernadores y ministros. Condenarlos a gruesas penas debe ser terapéutico para el país. Así, las nuevas generaciones lo pensarán mucho antes de robar en el gobierno. Porque los que postulen a cargos públicos deben llegar pensando en servir al país y no en servirse. Deben vivir para la política y no de la política”. Muy bien dicho, Gary. Me voy, cuídense.

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