El Chato Matta llegó al restaurante por su cebichito de mero y un pescadito a la chorrillana con arroz blanco graneadito y ajicito molido. Después se tomó una limonada con hierba luisa. “María, ya no sé si bendecir o maldecir el Face. Es que me pasan tantas cosas, para bien y para mal. Pero sobre todo se aparecen fantasmas en forma de antiguos y grandes amores.
Uno de ellos fue la ‘morochita’ Erika, quien me mandó un mensaje. ‘Hola Chatito, a los años. Aunque no lo creas, siempre pienso en ti, en los buenos momentos que vivimos, porque los malos, que antes me dolían, ya los olvidé. Quiero verte. Ya no vivo en Barrios Altos, ahora me he mudado a San Miguel. Tengo tantas cosas para contarte...’.
María, la verdad que Erika fue mi bobo. La conocí cuando tenía veinte añitos y estudiaba en la Villarreal. Paraba con esos patas que vendían casetes de música subterránea, se vestían con botas negras, casacas y pantalones tipo militar. Una noche me pararon unos universitarios subterráneos borrachazos.
‘Causa- me dijo uno-, lleva a la flaca a su casa. Se pasó de tragos’. Pobre chica, ¿Y si le tocaba un violador? Cuando llegamos a su casa, ella se despertó medio confundida, me abrazo e intentó besarme. ‘Luchito, mi amor, estás vivo, no te ahogaste en León Dormido, llévame al hotel para dormir juntos’.
Ya tenía sus labios junto a los míos, pero no me aproveché, pese a que era una belleza. ‘Señorita, despierte, no soy Luchito’. Ella reaccionó y me pidió disculpas. Es un caballero. Pudo aprovecharse y no lo hizo. Me dio un piquito en la boca y se fue diciéndome: ‘Tu premio’.
Una noche, a las siete, me llamó. ‘Chatito, soy la chica que lo quiso violar en Barrios Altos, ja, ja, ja. ¿Me puedes recoger en media hora?’. Cuando llegué vi a una mujer guapa en minifalda y tacos altos, el pelo suelto y unos lentes oscuros. Estaba despampanante sin sus botas de militar, pelo recogido y sin maquillaje. Tenía un aire a Angie Arizaga producida.
¿Donde quieres que te lleve? ‘¡Al fin del mundo, pero contigo!’, gritó. Nos fuimos a la mítica discoteca ‘El Burrito’, de Risso, donde bailamos como locos ‘Procura’ de Jandy Feliz, que en ese tiempo daba la hora. De ahí enrumbamos a demoler un hotel de Lince. De verdad que me enamoré de ella y pasé momentos inolvidables.
Pero está en mi naturaleza ser infiel y me porté mal. ¡Justo un Año Nuevo! Con ella quedamos en recibirlo en la casa de una amiga en Pachacámac, solo parejas. Le dije: ‘Yo llego a Pachacámac a las once en punto, tú te adelantas y ponte tu mejor vestido’.
Pero a las diez y media me timbró el diablo, en la voz de Pancholón: ‘¡Chato, somos los que somos, cancha libre, Roberto Blades se presenta en Miraflores y tengo cuatro entradas y dos botellas de whisky, mi causa organiza el fiestón. Estoy con mi caballito Cindy y su hermana, la chinita, que se muere por ir contigo. No arrugues, la pampa es para todos, de ahí somos Posada...’.
Pucha, a esa chinita le tenía ganas y aluciné bailar ‘Si estuvieras conmigo/ como estas en mis sueños/ No tendría en el alma la tristeza que siento/ Si estuvieras conmigo...’. Me olvidé de Erika y me fui con Pancholón y las hermanitas. La pobre se quedó helada. Me contaron que se emborrachó y se puso a llorar en un rincón. Nunca me lo perdonó, por más que intenté miles de reconcilaciones con burdas mentiras.
Bueno, llegué para el ‘reencuentro’, pensando a qué hotel la iba a llevar. Pero la encontré ¡¡con una barrigota de embarazada de siete meses!! ‘Chato, quería compartir mi felicidad contigo, ya va a nacer tu ahijado, serás el padrino. Mi pareja es ingeniero, te manda saludos’. Pucha, qué palta, me lo tenía bien merecido”. Ese Chato también es mujeriego, pero no es como el cochino y sinvergüenza de Pancholón. Me voy, cuídense.
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