Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unas chuletitas fritas con yuca sancochada y ensalada cruda. Para tomar pidió una jarrita de naranjada. “María, una noticia me estremeció ayer: La violación de menores de edad es el segundo delito con más presos en el Perú. Por este crimen, solo superado por los casos de robo agravado, hay 10,742 personas recluidas en el país. Otros 2,693 reos purgan penas por actos contra el pudor de menores de 14 años, según el Instituto Nacional Penitenciario.
¿Cómo es eso posible? La sociedad está llegando a un punto de degradación que no podemos permitir. Y para eso hay que fortalecer a la familia y educar a los niños para que denuncien cualquier acto de tocamientos o de insinuación por parte de un adulto, ya sea un familiar, amigo de los papás, vecinos del barrio o profesores. En forma paralela se deben endurecer las leyes para castigar con más rigor a los ‘monstruos’ que están en todas partes: en el colegio, en los taxis, los buses, el hogar, el club, el gimnasio o las iglesias.
Los papás también deberían estar mucho más alertas a cualquier señal de sus hijos. Sobre todo, no dejarlos solos con extraños o hasta con los mismos parientes. Pues las estadísticas señalan que la mayoría de los casos de abusos infantiles se dan en el ámbito familiar. Hasta nuestro premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, se vio inmerso de niño en un caso de tocamientos indebidos por parte de un religioso, lo que lo hizo renegar hasta ahora de ese tema. Si hay más de diez mil presos por violación de infantes, imagínense cuántos más habrá sueltos en la calle.
Con la tecnología, han aprendido a usar las redes sociales para acosar niños, muchas veces haciéndose pasar como menores de edad y hasta niñas. Por eso también ahora hay que hacer control parental de los celulares o tablets que se entregan a los hijos. Todo cuidado no es en vano. Una agresión de esas marca de por vida a las víctimas.
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