Mi amigo, el fotógrafo Gary, Illegó al restaurante por un arroz chaufa de chanchito ahumado, sopita wantán y una jarrita de jugo de papaya. “María, terrible los últimos estudios del Instituto Nacional de Estadística e Informática, donde se señala que hay un millón de pobres más que en el 2019, es decir, antes de la pandemia.
Además, un millón 800 mil peruanos dejaron la clase media para volver a la pobreza ante la pérdida de trabajo, el alza del costo de vida o la muerte del jefe de familia a causa del coronavirus. Antes de que el coronavirus atacara al mundo, cuatro de cada diez peruanos conformaba la clase media.
Ahora es apenas tres. Lo peor es que no hay esperanzas ni señales de que la crisis económica mejorará. Los líos políticos, que se extienden a los principales poderes del Estado, como el Ministerio Público, Poder Judicial, Ejecutivo y Congreso, han logrado, entre otras cosas, que el país esté comenzando a ser mal visto por el mundo financiero internacional. Otra vez estamos perdiendo oportunidades de crecer a un ritmo acelerado como en otras épocas por exclusiva culpa nuestra.
Esto lo digo porque el precio del cobre, nuestro principal mineral de exportación, se ha elevado en más del 9% en un mes. Si hubiéramos tenido la valentía de echar adelante los proyectos mineros en varias regiones del país y enfrentado a la izquierda que se opone a la minería, ahorita habría bonanza en el Perú. Pero siempre terminamos disparándonos al pie. Estamos dejando que Chile se despunte en este tipo de exportaciones y perdiendo la oportunidad de convertirnos en líderes en la producción de cobre. La culpa es compartida.
Por un lado, una izquierda dogmática, que repite cuál mantra ‘agua sí, mina no’, mientras millones de peruanos siguen pobres, y, por otra parte, nuestra mediocre clase política, compuesta básicamente por ‘comepollos, mochasueldos, niños y lobistas, que no tienen ninguna idea de Estado y solo piensan egoístamente en sus bolsillos y en cómo dar trabajo bien remunerado en el Estado a sus familias y parejas”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.
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