Este Búho escribe bajo un sol esplendoroso en Cieneguilla. Después de unos meses de agotadora campaña en las Elecciones 2016, tanto mental como física, nunca me imaginé que este señor que tiene un siglo dividido en dos, muy bien vivido, volvería a ser un periodista de calle, un enviado especial, como hace 26 años, cuando cubrí la campaña y el debate entre Mario Vargas Llosa y Alberto Fujimori. En mi condición de columnista decidí aceptar el pedido del director, viajar a Piura y cubrir el debate entre Keiko Fujimori frente a PPK.
Pero me sorprendí porque no era el único periodista experimentado, asistiendo a ese trascendental evento. Enrumbé a Piura con la misma emoción que esos colegas jóvenes que viajan a Ayacucho para informar sobre el accidente de un ómnibus desbarrancado. Como les contaba, no era el único veterano cubriendo el primer debate. Coincidí en el mismo hotel ‘Presidente’, del amigo tumbesino ‘Parry’, con el mítico fotógrafo de ‘Caretas’, Víctor Ch. Vargas.
Lo conocí en 1988, cuando mi pata, el escritor Oscar Malca, editor de la revista en las grandes épocas del maestro Enrique Zileri, me llevó a colaborar. Eran los tiempos de periodistas como el inmenso Mario Campos, Edmundo de los Ríos y Fernando Ampuero, tigres del periodismo que trabajaban en esa revista. Ch. Vargas era joven y talentoso. Hoy, ya más reposado, se especializa también en fotografiar modelos.
Una noche, me esperaba impaciente: ‘Ya hice todo, me aburro en el centro. ¿Dónde estabas?’ Cuando le dije que me había ido a Lobitos, el alucinante paraíso de los surfistas, se quiso morir. ‘¡Traidor, por qué no me esperaste!’ Así son los periodistas. Cuanto más experimentados, más ávidos de la noticia. Bueno, no todos, solo los que vemos en el periodismo un oficio entrañable, no un medio para ganar dinero de mala manera.
‘Víctor -le dije, te recuerdo con tu Volkswagen que te entregó la revista, para ya no darte los vales de movilidad, donde parecía que viajabas en limusina, ja, ja, ja’. ‘Sí, y aunque no lo creas, de eso ya pasaron 25 años y lo sigo teniendo’, dijo. Con Ch. Vargas y un fotógrafo de mi promoción, el gran Lino Chipana, de El Comercio, fuimos los tres mosqueteros lateando por una Piura hermosa, próspera. Éramos, junto con el ‘Chema’ José María Salcedo, viejos espadachines de la noticia. Había otros, haciendo microondas, para limpiar su oscuro pasado. A esos no los cuento entre los verdaderos colegas.
Solo saludé al colorado Augusto Thorndike, a quien conocí cuando era chibolito, y tiene sangre y raza de periodista, porque lo que se hereda no se hurta. También había un enjambre de jóvenes ‘cachorros’, en los que me veía reflejado. El cuarto mosquetero era el cusqueño Gunter Rave, quien se fajó por América Televisión. Con todo derecho, ayer agarré mi carrito y enrumbé a Cieneguilla, donde hice mi primer campamento como boy scout.
No había nada en ese entonces, solo unas pocas casas. Hoy me recibió un restaurante con piscina, cómodas habitaciones y una sabrosa pachamanca de los dioses. Reposaré tranquilo. El domingo, después de votar, estaré en el diario, como hace tantos años, para trabajar con los reporteros, fotógrafos, editores, ‘tigres’ de la Web, y dar la mejor cobertura periodística. Lo hacemos con placer, por eso somos el diario más leído no solo del país, sino de Hispanoamérica. Apago el televisor.
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