Este Búho no se sorprende de que nuestro premio Nobel Mario Vargas Llosa, a sus 87 años, se inscriba en un partido político recién nacido, Libertad Popular. Así lo informó el movimiento liderado por Rafael Belaunde Llosa, nieto del dos veces presidente Fernando Belaunde Terry. En la Universidad de San Marcos, el futuro escritor entró en contacto con las juventudes comunistas y se unió a la clandestina célula del grupo ‘Cahuide’. Décadas después Mario revelaría que el responsable político de esa célula revolucionaria era un estudiante de ciclos superiores de Derecho, el ayacuchano Isaac Humala.
Ya radicado en Europa, trabajando en los noticieros de la Radio Francesa, apoya decididamente la revolución que derrota al dictador cubano Fulgencio Batista y coloca a Fidel Castro en el poder. Firma comunicados públicos de saludos a las reformas en Cuba con la mayoría de intelectuales latinoamericanos en Europa, como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. En 1965 suscribe un comunicado junto a Julio Ramón Ribeyro y varios escritores latinoamericanos de apoyo a las guerrillas del Movimento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Luis de la Puente Uceda, que se alzaron en armas en la selva de ‘Mesa Pelada’ en contra del gobierno democrático del presidente Belaunde. También vio con buenos ojos el golpe de Estado de Juan Velasco Alvarado a Belaunde en octubre de 1968 y apoyó sus nacionalizaciones y su reforma agraria.
Mario era un intelectual de izquierda en todas sus líneas. Pero en 1970, el reconocido poeta revolucionario Heberto Padilla fue detenido bajo el cargo de ser colaborador de la CIA. Días después, un Padilla maltratado, balbuceante, se presentó en un cónclave de escritores transmitido por TV para reconocer que ‘era un espía y un traidor’. Este incidente también significó la ruptura de Vargas Llosa con amigos muy cercanos, como Cortázar y su casi ‘hermano’ García Márquez, con quien enfrió su relación amical. Su condición de ‘exiliado’ de la izquierda le dio libertad. Se mudó a Inglaterra, con su segunda esposa, Patricia Llosa. Observó las reformas del gobierno de Margaret Thatcher. Releyó a Adam Smith, Friedrich von Hayek y sobre todo a Karl Popper. Estos tres autores marcaron el camino de su nuevo pensamiento liberal.
Nunca imaginó que la decisión de un gobierno populista iba a lanzarlo no solo al ruedo de la política, sino a candidatear a la presidencia del Perú. En sus memorias ‘El pez en el agua’ reveló: “Yo ni lo sospechaba, ese 28 de julio de 1987, al mediodía, cuando en la pequeña radio portátil de mi amigo Freddy Cooper nos dispusimos a oír el discurso (del presidente Alan García ante el Congreso) (...) bajo el sol candente de Punta Sal, escuchamos su decisión de ‘nacionalizar y estatizar’ todos los bancos, las compañías de seguros y las financieras del Perú. (...). Apenas regresé a Lima, un par de días después, escribí un artículo, ‘Hacia el Perú totalitario’, que apareció en El Comercio dando las razones de mi oposición a la medida y exhortando a los peruanos a oponerse a ella (...). Los empleados de los bancos y demás empresas amenazadas se lanzaron a las calles, en Lima, en Arequipa, en Piura y otros lugares, en marchas y pequeños mítines que sorprendieron a todo el mundo, empezando por mí. A fin de apoyarlos, cuatro amigos íntimos, tres arquitectos: Luis Miró Quesada, Frederick Cooper y Miguel Cruchaga, y el pintor Fernando de Szyszlo (...) venían a proponerme que convocáramos a una manifestación, en la que yo sería el orador de fondo. Acepté. Esa noche tuve con Patricia la primera de una serie de discusiones que durarían un año. ‘Si subes a ese estrado terminarás haciendo política y la literatura se irá al diablo. Y la familia se irá al diablo también’”.
Así nacería el Movimiento Libertad en 1987 liderado por Vargas Llosa. En febrero de 1988 nació oficialmente en Lima el Frente Democrático (Fredemo) compuesto por las tres principales fuerzas de la derecha para las elecciones presidenciales de 1990. La declaración estaba suscrita por el expresidente y líder de Acción Popular (AP), Fernando Belaunde Terry, por el exalcalde limeño y presidente del Partido Popular Cristiano (PPC), Luis Bedoya Reyes, y por el escritor e impulsor del movimiento Libertad, Mario Vargas Llosa. Su aventura terminó cuando apareció en las elecciones un oscuro ingeniero de ascendencia japonesa, rector de la Universidad Agraria, bajo las siglas de un partido llamado Cambio 90, que contaba con el apoyo público de movimientos evangelistas, pequeños y medianos empresarios y también el apoyo soterrado del presidente García, que quería evitar el triunfo del novelista que había prometido investigación de todas las escandalosas corruptelas del gobierno aprista.
En una campaña electoral calificada como ‘la más sucia de América Latina’, Fujimori venció al novelista. Y un Mario humillado, resentido con sus antiguos aliados, sobre todo con Belaunde al que calificó de ‘ambicioso’ y cerrado a la conciliación o concesión, y los ‘jovenes turcos’ liberales, a quienes calificó de ‘anarquistas’ y de sabotear la campaña electoral, decidió irse del país. Cuando se produjo el ‘autogolpe’ del 5 de abril de 1992, que contó con respaldo popular, el novelista optó por no regresar al Perú y aceptó que España le concediera la nacionalidad española. Lo demás es historia conocida. Hoy, con su carnet partidario en la billetera, vuelve a las arenas movedizas de la política activa. Que tenga ciudado. Apago el televisor.
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