Este Búho lee en El Comercio que muy pronto se verá la sexta temporada de la exitosa serie ‘The Crown’. Me parece fascinante. Siempre les cuento a mis lectores que tengo en mi ‘bobo’ algunas series clásicas que conservo en mi videoteca cerebral, como ‘Los Soprano’, ‘Juego de tronos’ y ‘House of Cards’. Otra de ellas es ‘The Crown’, inspirada en la vida de la reina Isabel II de Inglaterra, y que es una de las producciones más caras de Netflix. A veces llego de madrugada a mi casa, luego de salir del diario, y repaso algunos de los capítulos que más me gustan. La joyita de la plataforma de streaming se aprovecha del talento británico para los dramas históricos y se arropó en un presupuesto estratosférico que les ha permitido no tener ningún tipo de problemas en sus cinco temporadas, logrando contratar a actorazos como Jonathan Pryce, Helena Bonham Carter o Gillian Anderson (‘Expedientes secretos X’). En la serie uno no sabe si dudar o dar por cierta la vida de la realeza, a la que el mundo solo siguió, para bien de ellos, por las revistas del corazón y los famosos, como ‘Vanidades’, ‘Buen Hogar’, ‘People’, o para mal de la reina por los terribles diarios sensacionalistas ingleses de tiradas alucinantes como ‘Daily Mirror’ o ‘The Sun’, que desnudan sus impresionantes ‘trapitos sucios’. Para empezar, la primera temporada recrea la época jubilosa de una Inglaterra que liquidó al nazismo, sir Winston Churchill es el primer ministro y pasó de héroe a villano... y sufre. Ya la victoria quedó atrás y ahora sus enemigos políticos se lo quieren tumbar. En cualquier caso, es ficción y como tal hay que tratarla, una ficción que sirve de hilo conductor para contar de forma didáctica no solo el reinado de Isabel II, sino también acontecimientos históricos de la segunda mitad del siglo XX, logrando una interesante mezcla de chismografía sobre los reyes y la ‘real política’.
¿Cómo aprende un rey?, o mejor dicho, ¿cómo una chiquilla debe aprender a ser reina? ¿Cuál es su función? ¿Y la de su esposo? ¿Cómo fue la relación entre la joven Isabel y el veterano Winston Churchill? Precisamente es el personaje del primer ministro británico la estrella de la primera temporada, con la actuación superlativa de John Lithgow, quien ganó varias nominaciones e incluso premios, más que merecidos, por dar vida copiando gestos, movimientos e incluso rasgos físicos del primer ministro Churchill. Es tan buena la serie británica, que el mismísimo Gobierno británico exigió a Netflix que aclarase que la producción creada por Peter Morgan es ficción. Otro palmarés se lo lleva Jared Harris (hijo del legendario Richard Harris), que interpreta a Jorge VI, el padre de Isabel. La serie engancha por su narración (especialmente con las subtramas de los personajes secundarios), con la historia cursi de la enamoradiza y juerguera princesa Margarita, la descocada y a veces siniestra hermana de Isabel. La idea que hay detrás de esta creación de Peter Morgan (guionista también del filme ‘La reina’, con Helen Mirren como Isabel II) es completar las seis décadas que llevó de reinado la célebre dama, a razón de década por temporada. Para ello, el reparto irá evolucionando para adaptarse a la edad de los personajes en un determinado periodo de tiempo. Por eso, la cuarta temporada terminó con Margaret Thatcher, la reina longeva, la princesa Diana y el ‘papanatas’ del príncipe Carlos. No voy a revelar las siguientes temporadas. Solo la primera, que supuso una incursión en la vida de Isabel y su familia, sobre todo su esposo Felipe, del que está perdidamente enamorada. Lo mejor es la dramatización de un puñado de personajes que, a pesar de representar una élite que va más allá del poder económico, reflejan los sueños y deseos de sus humildes súbditos británicos a lo largo de las décadas. Una serie imperdible. Apago el televisor.
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