Este Búho piensa que nunca estarán de más los reconocimientos en vida o póstumos a nuestros poetas, como el que le hicieron al recordado Rodolfo Hinostroza (1941-2016) en ‘La Casa de la Literatura’.
Y es que el vate era un personaje de aquellos. Primero, porque su vida misma estuvo signada por la ampulosidad, por lo desbordante de sus pasiones y metas. Claro, él mismo ponía la poesía por sobre todas las cosas: ‘Pero tú, el poeta / pervirtiendo los gritos aseguras / el reconocimiento de tu oficio’, escribió en su célebre poema ‘El hueso en la garganta’.
Pero eso no impidió que abrazara con igual adicción y maestría otras artes más exóticas, por más que le generaran sentimientos encontrados, como si viajara en una ruleta rusa, unas veces arriba, bien arriba, otras bajando estrepitosamente.
Por ejemplo, antes de que estallara el ‘boom de la gastronomía peruana’, donde los chefs son estrellas de televisión, ‘gurús’ y Mistura convoca a más gente que un concierto de ‘The Rolling Stones’, Hinostroza alzó su voz y su pluma para poner sobre el tapete este tema ignorado en ese entonces. Lanzó una pregunta genial, la cual en décadas posteriores encarnaría el fenómeno de ‘Mistura’: ‘¿Por qué se habla de mestizaje de sangre y no del mestizaje gastronómico?’. Y allí están sus extraordinarias columnas sobre el tema: ‘Lo crudo y lo cocido’, en La República, a otra le puso, mismo Descartes: ‘Crítica de la sazón pura’ y nadie olvida la que semanalmente aparecía en la revista Caretas, en vez del ‘Todas las sangres’ de Arguedas, le puso ‘Todas las salsas’.
La comunidad nikkei lo tiene en un altar, pues fue uno de los pioneros también en advertir lo delicioso que resultaban los platillos de los cocineros hijos de japoneses, que introducían insumos peruanos.
Escribió un libro que ya es clásico sobre cocina, ‘Primicias de la cocina peruana’, que fue editado en Madrid. Pero no solo era teórico, sino también aventurero y conocido por ser un eximio cocinero, fue convencido por su hermana para poner un restaurante en la playa. Cocinaban a fogón, lo que impresionaba a la rugiente clientela.
‘Incomprensiblemente, los platillos salían con saborcito a humo y los clientes se esfumaron del local’, reconocía a carcajadas con esa voz estentórea que le era característica. Allí cayó en picada de la ‘montaña rusa’. Pero, aunque no lo crean, el libro que lo hizo más conocido a nivel mundial y que se elevó a categoría de ‘best seller’ por las ventas, editado por Seix Barral, no fue uno de poesía, ¡sino de astrología!, ‘El sistema astrológico’. El poeta era un reputado astrólogo conocedor de los astros y de su influjo en las vidas humanas.
Este Búho, en el año 1987, fue comisionado para hacerle un reportaje al poeta, porque con su guapísima y joven esposa holandesa, la traductora Ingrid Sipkes -que lo acompañó hasta el último segundo de vida en el Hospital Loayza, donde expiró-, habían abierto una oficina en Miraflores a todo lujo, donde te entregaban tu carta astral computarizada.
Estaba otra vez arriba de la ‘montaña rusa’, pero el ‘paquetazo’ del gobierno de Alan de 1988 lo hizo bajar estrepitosamente. Escribió obras de teatro, la shakesperiana ‘Apocalipsis de una Noche de Verano’, novelas como ‘Fata Morgana’ (1994) ‘Cuentos Incompletos’ (2009), ‘Crónicas Periodísticas’ (2012). Pero siempre se le recordará por esos dos monumentales libros de poesía ‘Consejero del lobo’ (1995) y ‘Contra natura’ (1971). En este último, se adelanta a David Lynch en su visión apocalíptica del hundimiento de las utopías: ‘El mundo es amargo/como un largo/ llanto/ Y nadie conduce los carros de bronces, / y el mundo es extraño/ como un trono usurpado, y habremos de ahogar las/ gorgoteantes bocas/ en las lagunas cínicas’. Siempre recordaremos al maestro con un salud. Apago el televisor.