Este Búho habrá nacido de noche, pero no anoche. Mis más de tres décadas en el periodismo me llevan a sospechar del proceso judicial contra el tristemente célebre ‘Tony Montana cholo’, Gerald Oropeza. Una noticia saltó a las páginas policiales esta semana: 17 audios incriminatorios contra el capo de la droga se ‘perdieron’ en el Juzgado Penal Nacional Especializado en Crimen Organizado. Nada es casualidad, nada es coincidencia. En un país asfixiado por la corrupción, en donde se compran fiscales y jueces, hay que estar atentos a las ‘jugaditas’ que hacen los mafiosos para librarse de sus crímenes.
¿Pero quién es Gerald Oropeza? ¿Quién es este enclenque y diminuto personaje que hoy cumple condena en Challapalca (Tacna), uno de los penales más severos de nuestro país? Hasta el 2015, Gerald Oropeza llevaba una vida propia de un capo. Sus desenfrenadas fiestas eran las más comentadas en el bajo mundo. Alcohol, drogas y sexo eran infaltables en esos bacanales que organizaba a las afueras de Lima. Una fuente cercana a ese mundillo me contó ese año que Gerald gustaba de las chicas exuberantes, chicas malas que por dinero, regalitos y viajes eran capaces de entregar hasta el alma.
“Sus fiestas eran un desbande total. Contrataba reggaetoneros de moda, compraba whiskys etiquetas negra y azul y siempre tenía que haber mujeres bonitas”, me reveló mi contacto, una despampanante mujer que me citó en un restaurante de Lince. Además de las fiestas, Gerald Oropeza era un amante de los ‘fierros’. En la Chutana los pilotos de autos lo miraban con envidia cuando ese escuálido personaje llegaba en su Ferrari F12, su Audi TT Roadster rojo o su Seat Leon Cupra. Incluso en YouTube circula un video de Gerald Oropeza declarando ante un programa de automóviles después de haber participado en una carrera. Solía realizar constantes viajes a playas paradisiacas del Caribe, siempre acompañado de muchachitas de caderas y pechos desbordantes.
¿Y cómo construyó su imperio Gerald Oropeza? Bajo la sombra, había amasado su fortuna liderando una red de narcotraficantes, en la que tenía como función, según la fiscalía, “la parte operativa de la organización, acopiar y comprar la droga, analizar su calidad, coordinar con los inversionistas la llegada de los cargamentos de cocaína a Europa y estar al tanto del ingreso de la droga a los terminales portuarios del Callao”. Su red internacional incluía al capo italiano Salvatore Zazo, alias ‘Zazá’, quien en un audio filtrado a la prensa bautizó a su compinche peruano como ‘Tony Montana’, ese personaje de la película ‘Cara Cortada’, de Brian de Palma, protagonizada por Al Pacino.
Pero fue en abril de 2015 que el nombre de Oropeza salió a la luz después de sufrir un atentado con granadas, en el que su Porsche Cayenne terminó destruido. Tras el ataque, los agentes de la policía pusieron el ojo sobre el dueño de aquel lujoso vehículo y empezaron a jalar la madeja, que finalmente los llevó a descubrir una red internacional de narcotraficantes, que movían cientos de miles y miles de dólares gracias al preñado de contenedores. Sobre el atentado, la policía manejó dos hipótesis. La primera, una guerra de carteles que buscaban exclusividad en el Callao. Y la segunda, un lío de ‘calzones’, pues se sospechaba que Oropeza empezó a cortejar a una modelo, novia de otro capo.
‘Tony Montana’ escapó a Ecuador, en donde fue capturado a los pocos meses en polo, short y sandalias. En Perú fue trasladado a Challapalca, la prisión de máxima seguridad en donde los criminales más peligrosos cumplen sus condenas a expensas del frío inclemente de esos 4800 metros sobre el nivel del mar. Junto a él se encuentran Gerson Gálvez Calle, ‘Caracol’, Rodolfo Orellana, el ‘Loco’ Darwin y, hasta su asesinato, el sanguinario ‘Cojo Mame’, Mamerto Florián López. Algo apesta en esa supuesta ‘pérdida’ de audios del criminal Oropeza. En tiempos en que los índices de criminalidad crecen de manera desenfrenada, es necesario que nuestra justicia sea estricta, transparente y ejemplar. No se debe permitir ninguna sospecha de irregularidad o corrupción. La delincuencia se enfrenta con mano dura sea quien sea. Apago el televisor.