
Este Búho lee una información sobre Víctor Polay Campos que me lleva al túnel del tiempo. Para los jóvenes que no saben quién es, les cuento que fue el líder del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, que junto a Sendero Luminoso bañaron de sangre el Perú en los años ochenta. La nota se refiere a que la fiscalía pide ampliar la investigación en su contra por el delito de apología al terrorismo al líder emerretista, quien se encuentra preso en la Base Naval del Callao. Precisamente hace unas semanas, revisando mi biblioteca, me encontré con ‘Los topos’, una puntillosa investigación que publicó Guillermo Thorndike en 1991. El libro aborda la escandalosa y cinematográfica fuga que protagonizaron integrantes del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, con Víctor Polay a la cabeza, del penal Canto Grande por un túnel de 250 metros. Entonces el ‘Gringo’ era director del diario Página Libre, medio que yace en el cementerio de papel. Para esos años, el enorme y rubio periodista ya tenía una dilatada trayectoria y era una luminaria en el oficio, pues había publicado libros periodísticos de buena factura como ‘El caso Banchero’, ‘El año de la barbarie’, ‘La revolución imposible’, entre otros. Cuando una redactora de policiales le dijo que podía contactarlo con el cabecilla del MRTA, a Thorndike le brillaron los ojos como niño en dulcería. Al día siguiente estaba en un auto, con los ojos vendados, rumbo al encuentro con el terrorista Víctor Polay y los principales participantes de la fuga que remeció al país. Ellos iban a reconstruir el operativo para que el periodista lo reproduzca en un libro. El relato de Thorndike es envolvente. Con un talento afinado por los años. Logra un libro que bien parece una novela, por los detalles que revela y el ritmo que marca. Paradojas de la vida, Polay había sido amigo de Alan García en la juventud. Juntos habían estudiado en París y su madre Otilia con la de Alan fueron grandes amigas en las épocas ‘duras’ de la represión antiaprista del general Odría. La vida los llevó por caminos distintos. Cuando Polay era líder del MRTA, Alan era el presidente más joven del Perú.
Al ser capturado en Huancayo, en 1990, a Polay lo encerraron en un pabellón aislado del penal Canto Grande, donde había funcionado el venusterio, espacio para encuentros conyugales. Entonces, sus camaradas idearon un plan para rescatarlo a él y 47 compañeros más. Compraron un terreno cercano a la prisión. Una pareja emerretista se hizo pasar por un matrimonio joven, y así iniciaron la excavación, a cargo de ‘topos’ inexpertos y ‘técnicos’ asesorados por ingenieros. Los ‘topos’ escarbaron casi un año de sol a sol. El túnel debería desembocar en el patio del penal y desde allí los emerretistas escaparían. Para llegar a la boca del túnel, Víctor Polay debía atravesar tres controles policiales, unirse a su collera y fugar. Muy sospechosamente, el cabecilla hizo todo esto. Aunque Thorndike da detalles de aquella hazaña, mucho se especuló en aquellos años. Se culpó al gobierno de Alan García de facilitar la fuga para así dejar al gobierno entrante, el de Alberto Fujimori, una ‘papa caliente’, pues tendría que lidiar con un terrorista prófugo de alta escala.Durante toda la fuga los terroristas se dieron tiempo para fotografiarse en el mismo túnel. La prensa publicó otras imágenes donde se les ve con el puño en alto, sonriendo de oreja a oreja. Durante ocho días, Thorndike entrevistó minuciosamente a los participantes de aquel escape. Desde los ‘topos’ hasta al mismo Polay. Y se revelan anécdotas como la tensa relación entre los excavadores y la primera pareja emerretista que habitó la casa del túnel. Al día siguiente del escape, García, en conferencia de prensa, fustigó diciendo que ‘hay mártires de la policía que han muerto en su lucha por capturar a los subversivos, pero hay gente que no tiene la calidad para mantenerlos presos’. Sin embargo, Armando Castrillón, exdirector de penales y el mayor de la Guardia Republicana, Antonio Cereghino, experto en debelar motines, culparon directamente al ministro del Interior, Agustín Mantilla, de haber ‘ayudado’ en la fuga. Años después, Mantilla purgaría prisión por recibir miles de dólares de Vladimiro Montesinos. Los túneles que escribieron una página de gloria entre los emerretistas, siete años después servirían para llevarlos a la tumba, cuando en una acción armada secuestraron a un grupo de militares, ministros y al canciller en la residencia del embajador de Japón. Tras meses de cautiverio, el gobierno mandó construir túneles para sorprender a los subversivos y rescatar a los rehenes. Es decir, recibieron de su propia medicina. Esa es otra historia. Apago el televisor.








