Este Búho se entera de que un canal ha vuelto a transmitir la exitosa serie de Telemundo. Lo curioso es que llega a la par de una noticia que viene desde Colombia. En los momentos en que el sanguinario narcotraficante estaba en la cúspide de su maligno poder, construyó un gigantesco zoológico en su hacienda Nápoles, colindante con el río Magdalena. Los hipopótamos eran los animales preferidos por los visitantes, aunque había decenas de especies, como cocodrilos, cebras, avestruces, flamencos, canguros, jirafas y rinocerontes.

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La creación del zoológico le ganó el cariño y respaldo de la población porque los lugareños ingresaban gratis. El ‘Patrón’ había invertido dos millones de dólares por los animales comprándolos a un viejo zoológico quebrado en Dallas, el ‘Wildlife Park’. Cuando el ‘Capo’ fue abatido por el ‘Bloque de búsqueda’ en diciembre de 1993, sus propiedades fueron confiscadas y la mayoría de los animales fueron trasladados a otros zoológicos.

Sin embargo, las tres hembras y el macho hipopótamos se adaptaron en la cuenca del río Magdalena y vivieron de manera salvaje y, en la actualidad, se han reproducido de manera alarmante, pues hay 150 de esos gigantescos mamíferos que están desplazando a la fauna local y son un peligro para la humanidad de las poblaciones ribereñas y las embarcaciones turísticas.

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La terrible historia de Pablo Escobar

Pablo Escobar no solo logró acumular una fortuna de más de diez mil millones de dólares, según la revista ‘Forbes’, sino que estuvo a punto de tumbarse a la frágil y carcomida democracia colombiana a punta de asesinatos, secuestros y coches bomba, dirigidos no solo a los poderes del Estado, sino a la propiedad privada.

Escobar, que empezó robando carros en Medellín y acumuló su fortuna primigenia viajando al Perú por pasta básica de cocaína, para luego procesarla e introducirla a Estados Unidos, se convirtió en el capo del Cártel de Medellín y hacía ingresar aviones repletos de droga a Estados Unidos o en lanchas rápidas desde Las Bahamas, Puerto Rico, Cuba y hasta por la Nicaragua sandinista.

En ese país, Pablo tuvo su Waterloo. Su piloto norteamericano le tomó una foto a él y a su socio Gilberto Rodríguez Orejuela, ‘El Mexicano’, cargando droga en Nicaragua. La DEA contactó con el piloto y le ofreció inmunidad e integrarse en el programa de protección a testigos si declaraba. Esa foto fue primera plana en ‘El Espectador’.

Fue la primera vez que el ‘protector’, ‘el millonario’, ‘el benefactor’ Escobar quedaba desnudado ante la opinión pública como lo que realmente era, un vulgar narcotraficante. El ‘Patrón’ actuó con saña. Mandó a ‘Popeye’ a asesinar al piloto. Y en Bogotá mandó a su sicario organizar el atentado contra Guillermo Cano Isaza, director de ‘El Espectador’, el único periodista que no tuvo miedo y en sus editoriales exigía que el Estado se enfrente a los narcotraficantes.

Y dos años después, cuando los hijos de don Guillermo valientemente siguieron denunciando al narcotráfico, Escobar mandó a poner un coche bomba con cien kilos de dinamita y destruyó el periódico. Al día siguiente, en una rudimentaria imprenta, el diario salió a las calles con un título histórico y valiente: ‘¡Seguimos adelante!’. Escobar murió cazado como un animal en una casa de Medellín. Ni los hipopótamos recuerdan su miserable existencia. Apago el televisor.

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