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Necesitamos un ‘Robocop’

El Búho nos habla de la necesidad de imponer mano dura contra la delincuencia.
Robocop (1987), película dirigida por Paul Verhoeven y protagonizada por Peter Weller.

Este Búho asiste a la principal preocupación de la población en nuestro país: la inseguridad ciudadana. El grado de violencia criminal extranjera y nacional que nos azota resultaba inimaginable unos años atrás.

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¿Quién podía vislumbrar que por nuestras calles te iban a asesinar por robarte un celular, una mochila o cartera? O que los malditos extorsionadores te iban a matar por organizar un campeonato de fulbito, tirando una granada a una discoteca o haciendo tiro al blanco con los asistentes a un baile de cumbia. Que los delincuentes te iban a matar, quemar tu casa, locales, autos, mototaxis, micros, ómnibus, camiones, combis, si no pagan cupos. Y lo peor es que la Policía está rebasada y no se da abasto para enfrentar a ese ejército de malvivientes que pone en jaque al Perú y no nos deja trabajar ni vivir en paz.

Todo esto me hace recordar el filme ‘RoboCop’ (1987), del notable director holandés Paul ‘Bajos instintos’ Verhoeven. Su primera película de gran presupuesto en Hollywood y de grandes ambiciones comerciales que se erigió en verdadera película de culto. Detrás de sus efectos especiales, trepidante acción y violencia a borbotones encontramos una de las más grandes cintas norteamericanas de los ochenta. La película nos ubicaba en el nuevo siglo XXI, en un futuro no muy lejano: año 2028. Se ambienta en la antigua ciudad de Detroit, Michigan, emporio industrial automovilístico que se ve sumido por una creciente corrupción de las autoridades del municipio y las inescrupulosas corporaciones, pero sobre todo porque la más despiadada delincuencia: violadores, asesinos psicópatas, asaltantes y saqueadores se han apoderado del viejo Detroit y los policías- como hoy en el Perú- se ven incapaces de enfrentar a las bandas de gánsteres y narcotraficantes que cuentan con armamento pesado, mientras ellos están mal equipados, mal pagados y sus integrantes caen como moscas ante las balas de los hampones.

En ese contexto, los policías se van a la huelga, lo que agudiza aún más el conflicto. El municipio aprovecha la oportunidad y firma un convenio con una gran corporación, la OCP, que pasará a encargarse de la seguridad de la ciudad y tendrá a su cargo a la Policía. Dicha firma planea también destruir la vieja Detroit y construir un megaproyecto urbanístico llamado ‘Ciudad Delta’, donde la seguridad no estará en manos de policías comunes y corrientes, sino de robots. En plena prueba ante el directorio, el gerente de la corporación que promueve a los futuros policías robóticos, el siniestro Dick Jones (impresionante Ronny Cox) ve cómo su robot se desconfigura y mata a un desafortunado gerente. Enfurecido, el dueño y presidente, ‘El viejo’ (Dan O’Herlihy), acepta el proyecto de crear un ‘policía cyborg’ llamado ‘RoboCop’, dirigido por el joven y ambicioso yuppie Bob Morton (grande Miguel Ferrer). Humillado, Dick Jones amenaza a Morton y jura venganza por haberlo dejado en ridículo, y posteriormente intentará destruir al ‘robopolicía’.

El programa ‘RoboCop’ necesitaba a un policía fallecido para poder fusionar las estructuras metálicas con parte del cuerpo de carne y hueso del caído, preferentemente solo el rostro. Justamente, Alex J. Murphy (notable Peter Weller) un carismático agente, amoroso marido y buen padre, que patrullaba por la zona maleada de la ciudad con su compañera, la oficial Anne Lewis (entrañable Nancy Allen), es emboscado por la pandilla del ‘Caracol’, psicópatas homicidas más letales del viejo Detroit, jefaturados por el asesino y drogadicto Clarence Boddicker (Kurtwood Smith). Después de despedazarlo a tiros de escopeta, Clarence lo mata de un tiro en la cabeza mientras Lewis observa escondida su calvario. El equipo de científicos de Morton lo transforma en ‘RoboCop’, pero en la conversión no borran todos sus recuerdos humanos. Él tiene evocaciones de amor filial, pero esto no le impide convertirse en un robot justiciero y el terror de los hampones en medio de una ciudad en llamas. Tráfico de armas, fábricas para la producción de cocaína, saqueos en las ciudades, violaciones, asesinatos, un lugar donde los malos son tan malos que hasta destruyen una tienda de discos con música de Bananarama.

Solo ‘RoboCop’ puede lidiar contra tanta maldad con sus directivas especificadas en su chip: Servir al bien común. Proteger al inocente y preservar la ley. En estos tiempos de violencia extrema de todo tipo (criminalidad común, narcoterrorista, corrupción a todo nivel) la visión de policías tipo ‘RoboCop’ ya no es vista sencillamente como ciencia ficción, sino como una necesidad. Policías superequipados y con valores superlativos. Una película que se la recomiendo a los impresentables ministros del Interior y Defensa. Apago el televisor.

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