Este Búho piensa que los fantasmas del expresidente norteamericano John F. Kennedy, del mandamás de la extinta Unión Soviética (hoy Rusia) Nikita Jrushchov, y del dictador cubano Fidel Castro, volvieron a penar estos días en que Estados Unidos ha saltado hasta el techo por la sospecha de que China esté construyendo una ‘estación de espionaje’ en Cuba. Ojo que no es un runrún recogido en pasillos de la ‘White House’, sino que fue el mismísimo John Kirby, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, quien en una rueda de prensa manifestó su ‘preocupación’ por un acto que se considera de total peligro para la paz mundial.
“Les hemos transmitido nuestra preocupación”, ha indicado, sin aportar más detalles si hablaron con los cubanos, los chinos o con los dos gobiernos. Esta situación les recordó a los analistas internacionales el conflicto de octubre de 1962, ‘la crisis de los misiles en Cuba’, como se denominó al choque entre los Estados Unidos, la Unión Soviética y Cuba generado por el descubrimiento por parte de aviones espías yanquis que en la isla los soviéticos estaban instalando bases de misiles nucleares con el objetivo de alcanzar Washington, Nueva York o Miami.
Todo comenzó con un artículo explosivo del siempre bien informado periódico ‘Wall Street Journal’, en el que se afirmaba que La Habana y Pekín habían llegado a un acuerdo para la construcción de una base desde la que el gobierno chino podría interceptar comunicaciones estadounidenses. Un día después -según el medio- la Casa Blanca desclasificó información según la cual China mantiene una estación de espionaje hacia Estados Unidos en la isla caribeña desde al menos 2019, en pleno mandato de Donald Trump.
El artículo no precisó la ubicación exacta, las dimensiones ni las funciones de esa supuesta estación. Por eso, el pasado viernes el mismo Kirby afirmó que no había nada comprobado en la información del periódico neoyorquino. Pero increíblemente, el lunes último en su conferencia de prensa acostumbrada, lanzó ‘advertencias’ a los involucrados en el tema.
Pero tanto el gobierno chino como el cubano han negado la existencia de tal estación y que más bien se trataría de informaciones que buscan sabotear los nuevos intentos entre Washington y Pekín de ‘calentar’ sus relaciones diplomáticas, resquebrajadas por los incidentes de los ‘globos espías’.
Todo esto me recuerda a esas épicas películas de espías. Los grandes James Bond (007), con el gran actor galés Sean Connery. Luego Roger Moore, Pierce Brosnan y Daniel Craig. Pero jamás me olvidaré de la genial serie de TV ‘El superagente 86′, con el gran Don Adams como el superagente Maxwell Smart, y Barbara Feldon como su compañera ‘la 99′.
Tanto caló la serie en el imaginario popular que una vez el propio expresidente Ollanta Humala, cuando estaba en el cargo y la prensa le insistía sobre una posible candidatura presidencial de su esposa Nadine Heredia, se dio el lujo de bromear y dijo: ‘Detrás de todos los rumores está el Superagente 86′. Increíble.
Este Búho ingresa al túnel del tiempo. En los años maravillosos, cuando teníamos esos tremendos televisores en blanco y negro marca Andrea, había una serie que rompía en el rating. Era ‘El Superagente 86′, ‘Get Smart’ en inglés, que se autodefinía como ‘un temible operario del recontraespionaje’.
Era, en verdad, una corrosiva y salvaje sátira a los servicios secretos en plena ‘guerra fría’ entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Los ‘buenos’ eran los de Control, la agencia donde trabajaba Maxwell Smart (Don Adams), el superagente 86, de la CIA, y KAOS era la siniestra KGB soviética, con Siegfried, de los malos el peor.
La serie era un mate de risa y el genial Mel Brooks fue su guionista y creador junto a Buck Henry. Duró desde 1965 hasta 1970 y era una parodia del famoso agente inglés James Bond. Pero, en este caso, el superagente no actuaba solo, sino con su compañera, la bella Agente 99 (Barbara Feldon), la que estaba perdidamente enamorada del agente más tonto del orbe.
El mundo de los espías era satirizado en la serie y Max tenía un entrañable Jefe (Edward Platt). La serie nos presentaba a los más alucinantes agentes, como Jaime, el robot, un androide que tomaba literalmente lo que le decían. El Agente 13 era el que aparecía en los lugares más inesperados, como dentro de una lavadora o camuflado como árbol, Larabee.
Y de los malos de KAOS, el enano Mr. Big o el chino La Garra. Tampoco podemos olvidar al inclasificable Kubishek. Recuerdo que en mi barrio de Mirones parábamos los partidos de fulbito a las 4 de la tarde, hora en que daban la serie. Alucinábamos con el ‘zapatófono’ (teléfono en el zapato), que fue el antecesor del celular.
También recordamos el famoso ‘cono del silencio’. Alucinen que en el 2002 el ‘zapatófono’ de Maxwell Smart fue incluido en una exposición llamada ‘Espías secretos de la CIA y la KGB en Hollywood’. Me daban ganas de decir las santas palabras del superagente 86: ‘Lo sospeché desde un principio’. Cuántos superagentes 86 estarán detrás de la soterrada ‘guerra de espionaje’ entre norteamericanos y chinos. Apago el televisor.
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