La mayoría de cinéfilos, como este Búho, cree que el maestro del cine Martin Scorsese viene recibiendo ‘castigos’ de la Academia que entrega los premios Oscar, sobre todo después de que firmara el millonario contrato de producción y distribución con Netflix para su notable ‘El Irlandés’ (2019) donde de diez nominaciones no ganó ninguna. Increíble.
Pero el peor castigo lo recibió en la ceremonia de este año. Su obra maestra ‘Los asesinos de la luna’ partía con diez nominaciones a estos Oscar 2024, compitiendo con la superlativa ‘Oppenheimer’, de Christopher Nolan, que la destruyó. Esta vez el popular ‘Marty’ había hecho un contrato de producción y distribución con la plataforma de streaming Apple TV. Se exhibió pocas semanas en los cines y luego en dicha plataforma.
Esta obra maestra merecía varios premios, según los críticos. No es que fuese a ser la gran ganadora de la noche, pero tenía enormes posibilidades con el apasionante relato de la historia real sobre la matanza de la nación Osage. Sobre todo en las apuestas del premio a la mejor actriz principal, Lily Gladstone, con su portentosa actuación como india defensora de sus tierras que partía con gran ventaja sobre Emma Stone.
Contra todo pronóstico la protagonista de ‘Pobres criaturas’ fue la ganadora, con un papel muy complicado y arriesgado, y teniendo en cuenta su fama y reconocimiento se llevó injustamente la estatuilla.
Scorsese en las tres horas de su notable largometraje se sale de su ‘zona de confort’ donde ha contado historias de despiadados clanes mafiosos de la urbe y con extremada violencia callejera, cuyo último brillante eslabón fue ‘El irlandés’. El director basó en parte su historia en el libro del periodista de investigación David Grann: ‘Los hijos de la luna. Petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI’ (2017), que se convirtió en un bestseller porque narraba un hecho de la historia negra no contada de Norteamérica.
La cronología de un despojo criminal contra una tribu de nativos, los Osage, quienes fueron expulsados de sus tierras violentamente por los colonos blancos, por lo que decidieron comprarse ellos mismos una reserva en una zona inhóspita y de ínfimo valor.
El destino quiso que la adquirida tierra muerta de Oklahoma guardara en sus entrañas un tesoro escondido: petróleo. Y así, en la década de 1920, los Osage se convirtieron en las familias más ricas del planeta. Construyeron casas suntuosas, compraron coches de lujo y, por ironías del destino, sus sirvientes eran blancos.
Pero no solo llegó la prosperidad, sino la codicia criminal de los ‘cara pálidas’ sin escrúpulos, quienes se introdujeron por interés en la comunidad vía matrimonio o sociedades comerciales para comenzar a asesinar con total impunidad a sus esposas, hijos o socios, y quedarse así con sus valiosas tierras y dinero.
El libro de Grann consigna que más de cien homicidios se cometieron en la época y tuvieron que llegar investigadores del recientemente formado FBI para frenar la ola asesina, aunque quedaron muchos casos sin resolver.
El argumento de Los asesinos de la luna
El argumento comienza con William ‘King’ Hale (brillante Robert De Niro en su personaje pérfido y siniestro), un ganadero blanco que se hizo ‘amigo’ de los Osage y se ganó su confianza para, en efecto, intentar arrebatarles las propiedades, el dinero y la vida a todos. ‘En el país más importancia le dan a la muerte de un perro que a la de un indio’, se justifica.
Para ello, animó a su sobrino Ernest Burkhard (Leonardo DiCaprio en la actuación de su vida como un amante bandido) a casarse con Molly, una mujer nativa, encarnada por Lily Gladstone, quien tiene sangre india por sus abuelos de la nación ‘Pies Negros’. Aquí no hay lucha, ni un mínimo intento de defensa de los Osage, solo hay victimarios y víctimas.
El director viajó a Oklahoma con DiCaprio y tuvo largas charlas con los descendientes de los afectados Osage. Quería que los nativos estuvieran representados con precisión. Y tanto metió a la nación agredida en el proyecto que Gladstone, DiCaprio y De Niro por momentos hablan su lengua. Un filme épico, estremecedor y conmovedor, llamado a convertirse en un clásico, dirigido por un genio con toda su maestría y actuaciones deslumbrantes que un Oscar venido a menos en los últimos años trató con indiferencia. Apago el televisor.
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