Este Búho acaba de leer ‘Causas y azares’ (editorial Debate), del periodista, investigador y promotor cultural Luis Rodríguez Pastor. Lucho es un personaje conocido en el mundo de las letras, además de publicar los libros ‘Mario Vargas Llosa para jóvenes’ y ‘Las palabras de Victoria’, desde hace algún tiempo se ha encargado de organizar recorridos y paseos por los lugares que pisaron y marcaron la vida de peruanos como Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro o José María Arguedas.
En sus rutas -siempre los fines de semana y en las que participaban familias enteras, todos enlazados por el amor a la literatura- Lucho endulzaba a sus seguidores con jocosas historias o anécdotas del autor que correspondía.
En una de esas andanzas culturales lo conocí, con un fólder bajo el brazo, donde guardaba recortes periodísticos, citas de libros y un sinfín de documentos que se encargaba de conseguir para hacer de aquel recorrido una experiencia sustanciosa e inolvidable.
Su fascinación por hurgar en los archivos y cazar historias era evidente. Lo revelaba con cada relato puntilloso que exponía. Es esa obsesión –propia de los ‘ratoncitos de biblioteca’- que lo llevó a publicar su reciente libro ‘Causas y azares’, un collage de cien anécdotas de personajes peruanos que marcaron el siglo XX.
Durante cuatro años y medio, como un buzo que se lanza al océano, Lucho se sumergió en libros, revistas, diarios y registros audiovisuales para salvar del olvido verdaderas ‘joyitas’ que nos muestran el ‘lado B’ de nuestros compatriotas más ilustres y polémicos.
En sus páginas, uno puede encontrar exquisitas historias de escritores como Guillermo Niño de Guzmán, de quien se desempolva una columna que publicó en un diario local. En ella cuenta cómo una tarde de pichanga, mientras defendía un arco marcado por dos piedras, el mítico Lolo Fernández, su vecino en Lince, lanzó un ‘misil’ que terminó tumbando al entonces imberbe cuentista. A pesar del dolor, Niño de Guzmán se mostró victorioso por haber atajado un ‘fierrazo’ del máximo ídolo crema.
Otro ‘bocadito’ es el que contó Jaime Bayly en un añejo programa televisivo, cuando una señora muy tierna e ingenua se le acercó para que le firme un libro pirata. “Lo que más me ha gustado de tu libro, Jaimito, es esa técnica literaria tan novedosa, tan innovadora, de crear un clima creciente de suspenso, de intriga, y luego ir a diez páginas en blanco”, le dijo la mujer.
Sorprendido y sin ánimos de romper su ilusión, el ‘Niño terrible’ evitó revelarle a su fanática que aquel libro descaradamente mal fotocopiado era ‘bamba’. Sin embargo, le respondió con cara seria y de intelectual: “Han sido muchos años de estudio”.
Sobre las anécdotas, una observación aparte merecen las notas a pie de página con datos relevantes, que matizan y refuerzan cada anécdota y además invitan al lector a seguir investigando por su cuenta.
Pero no solo hay historias de escritores, también están las de políticos, periodistas, pensadores, deportistas, pintores, bailarinas y cantantes como Ymac Súmac, quien revela en una entrevista de 1984 la vez que cantó en Leningrado (Rusia) frente a dignatarios y veteranos de la Segunda Guerra Mundial, incluso ante el mismísimo Nikita Kruschev, exdirigente de la Unión Soviética, y estos ‘me obsequiaron sus medallas y condecoraciones. Yo las rechazaba agradecida, pero insistían diciendo que mi música les daba una alegría jamás imaginada’.
O aquel recuerdo de la risueña Cecilia Barraza cuando cantó públicamente por primera vez en el año 71 en el programa de Augusto Ferrando y al terminar de interpretar un hermoso vals, la mismísima Chabuca Granda llamó en vivo para felicitarla.
Por sus características, el libro se puede leer de diversas formas: de manera lineal, al azar, de atrás para adelante. Cada historia -aunque unidas por la época en que sucedieron- es autónoma.
Como dice el mismo autor, ‘se pueden leer antes de dormir, en el autobús, en una fiesta aburrida o en donde cada quien prefiera’. Tremendo aporte del siempre bien ilustrado Lucho Rodríguez Pastor, nieto del reconocido investigador, antropólogo y catedrático Humberto Rodríguez Pastor.
Este columnista leyó el libro de un tirón, entre sorpresa y carcajadas, mientras tomaba un cafecito bien cargado de Villa Rica. Apago el televisor.