Este Búho desde adolescente fue fanático del grupo Queen. Recuerdo que estaba llegando a mi casa del colegio en segundo de secundaria y vi en un noticiero un concierto del grupo Queen ante cien mil fanáticos en el estadio de Morumbí, Brasil. El tema que interpretaba Freddie Mercury con un enterizo pegadito era ‘Somebody to Love’ y corría el año 1976. En ese tiempo no usaba bigote y sí una pelucaza y algo de maquillaje en plena época del glam rock. Luego con mis propinas me compré uno de sus discos más emblemáticos, ‘A Night at the Opera’, de un año anterior (1975), que contenía temas imperecederos como ‘Bohemian Rhapsody’, ‘39′ y ‘You’re my Best Friend’. Siempre me impactó la poderosa y versátil voz de su vocalista, Freddie Mercury. Tenía un rostro particular, muy distinto a los anglosajones de sus compañeros de banda John Deacon, Brian May y Roger Taylor. Es que el vocalista nació muy lejos de Inglaterra, en una lejana colonia inglesa llamada Zanzíbar, anexo de Tanzania. Me parece mentira que hayan pasado treinta años de su muerte, en 1991, víctima de una bronconeumonía complicada por el temible virus del sida.
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Este setiembre hubiera cumplido 75 años. En el último video de su disco ‘Innuendo’ (1991), vimos a un vocalista flaquísimo, hueso y pellejo, y, pese al maquillaje, se notaba que la enfermedad había hecho estragos en él de manera terrible. Pero de adolescente, las chicas suspiraban por el vocalista del sinfónico ‘Bohemian Rhapsody’. Con esa pinta exótica y trajes ceñidos, derretía a miles de fanáticas que abarrotaban sus conciertos. Si en esos años alguien hubiese dicho que el cantante era gay, se habrían reído en su cara. Es que el líder de Queen supo mantener su secreto en un clóset bajo siete llaves, al punto que se negó de plano al pedido de sus compañeros y médicos de que antes de morir mandara un mensaje al mundo sobre lo importante de la prevención y la lucha contra el sida. Los mismos músicos, años después, reconocieron que él nunca escribió el comunicado público que salió a su nombre, un día antes de su muerte, sino que, al caer en estado de coma, solicitaron la aprobación de su hermana y su último amante, Jim Hutton, para publicarlo, por el bien de la lucha contra ese terrible flagelo, y ellos aceptaron.
La relación de Mercury con los miembros de la banda era complicada. Él se alojaba en otros hoteles, era dictador, desaparecía después de los conciertos para buscar compañía masculina en las zonas ‘rojas’ de las grandes ciudades. Pero el mundo se sorprendió cuando supo que el cantante, en su testamento, solo le había dejado medio millón de libras esterlinas a su última pareja, Jim Hutton, mientras que a su ‘novia’, Mary Austin, le dejó la mitad de su fortuna, pero sobre todo su invaluable mansión en el suburbio de Kensington. Pero ¿quién era Mary Austin?
MARY AUSTIN, LA NOVIA DE FREDDY MERCURY
Es la única persona que sabe dónde están las cenizas del músico, porque pidió en su testamento que nadie se enterara. El intérprete de ‘Play the Game’, hasta la tumba, fue consecuente con ese estilo de vida misterioso y excluyente con sus fans fuera del escenario. Por dentro y arriba del estrado se entregaba a su público completamente y en éxtasis. Solo se mostró transparente y sincero con su única novia de juventud, Mary Austin.
Se conocieron muy jóvenes. Ella vivía en un barrio pobre al sur de Londres, pero tuvo la suerte de trabajar como vendedora en una zona residencial. El ídolo de tipo exótico no era de familia modesta, pero se ‘cachueleaba’ vendiendo ropa en un mercadillo. El diario londinense Daily Mail logró ubicar y entrevistar a Mary, que hoy tiene 70 años, y ella confesó que no fue amor a primera vista. ‘Me tomó tres años enamorarme de él’, dijo e hizo una gran revelación: cuando ya su pareja era un personaje famoso, comenzó a ausentarse y a no llegar a dormir. Pese a tantas evidencias, ella demoró años en darse cuenta de que la engañaba con hombres. Un día lo encaró y él respondió: ‘Creo que soy bisexual’. Ella le replicó: ‘Tú no eres bisexual, tú eres gay’.
Pese a la separación y a los hijos que tuvo en otros matrimonios, su relación con Freddie nunca se rompió, más bien se afianzó. Ella llegó a ser secretaria de la banda en su mejor momento y fue la primera persona a quien le reveló que era portador del temible mal. Y estuvo al lado de su cama cuando los estragos del sida comenzaron a minar su cuerpo. Mary ha recibido innumerables pedidos de los clubes de fans de Mercury de todo el mundo, para que revele dónde reposan sus cenizas, pero ella responde firme: ‘Nunca traicioné a Freddie en vida y no lo traicionaré así pasen muchos años después de su muerte’. Apago el televisor.
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