Este Búho considera que el hombre que fue tres veces el todopoderoso primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, se cansó de darles titulares a los medios de comunicación en más de cincuenta años de vida pública, una vida en que lo tuvo todo, sobre todo escándalos, pero también lo que más amó en el mundo: el poder, al que se aferró con uñas y dientes hasta que se fue vapuleado y trató de mantenerlo a través de una primera ministra, hasta que también fue desechado.
Al final terminó conformándose con una amante, la diputada Marta Fascina, que era 53 años menor que él y que le acompañó en sus últimos días. El lunes murió a los 86 años el ‘Caballero’, como le gustaba que lo llamaran. El poderoso político cayó en la ignominia de ser juzgado en el caso ‘Ruby Primero’, donde se le acusó de prostitución infantil y extorsión a la policía por haber mantenido relaciones en 2010 con la entonces joven marroquí de 17 años Karima ‘Ruby’ El Mahroug y haber telefoneado a la jefatura de policía de Milán, donde la chica había sido trasladada tras una detención por robo, diciendo que era sobrina del presidente Mubarak y enviando una emisaria a sacarla de la cárcel.
Condenado en primera instancia a siete años, fue absuelto en casación, como era su costumbre. Fue la gota que derramó el vaso y destapó el escándalo de sus orgías ‘bunga bunga’ en su residencia, donde desfilaban niñas, prostitutas, drogas y sexo fuerte, como bien lo retrató la película ‘Sergio (y los otros)’ de Paolo Sorrentino del 2018.
Un nuevo juicio se le abrió en el 2013. Constituyó un escándalo mediático transmitido en vivo y directo. Acusado de haber pagado los silencios y falsedades de la chica marroquí y de una treintena de invitados durante las veladas de ‘bunga bunga’.
Conchudamente declaró: “Yo mantengo a las chicas. No pago, ayudo. Me siento responsable porque cometieron el único delito de aceptar una invitación a ‘cenar’ en casa del primer ministro y se arruinaron”. Y reveló las subvenciones de 2500 euros a las jóvenes.
Según la Fiscalía milanesa, los invitados le costaron más de dos millones de euros. Al final otra vez lo absolvieron. Fundó su partido político Forza Italia, fue presidente del poderoso club Milan y construyó de la nada el emporio televisivo Mediaset que logró hacer temblar a la todopoderosa Radio Televisión Italiana (RAI).
Irrumpió como un político ‘nuevo’ con fortuna inmobiliaria y de comunicaciones, de derecha, que sirvió de modelo para la irrupción en la política de Donald Trump en Estados Unidos tres lustros después. Pero sus verdaderos problemas comenzaron con la famosa notificación de acusación del grupo ‘Manos Limpias’ en 1994, mientras acababa de entrar en política y ganar las elecciones con su Forza Italia, presidía en Nápoles la cumbre de la ONU sobre la delincuencia transnacional.
Allí nació la ‘guerra’ entre él por un lado y la izquierda y una parte sustancial del Poder Judicial al otro. Desde allí lanzaría su consigna ‘¡la izquierda me quiere destruir!’. La investigación por soborno a agentes de la Guardia que habían realizado auditorías fiscales a cuatro empresas de su grupo empresarial.
Condenado en 1998 en primera instancia a dos años y nueve meses, fue prescrito en apelación en el 2000. En 2001 y en 2006, se presentó como el ‘salvador’ de Italia de las garras del comunismo, y con la promesa de enriquecer a los italianos, y derrotó ampliamente a sus rivales de centroizquierda. Pero en noviembre de 2011 debió irse, acorralado por una crisis que pareció quebrar la economía de la península, que puso al país al borde de la bancarrota.
Entonces el ‘caballero’, humillado, se vio obligado a renunciar. Por ayudar a su amigo el fallecido expresidente de la república y líder del Partido Socialista italiano, Bettino Craxi —que lo ayudó con sus negocios edilicios en Milán y que terminó huyendo como las ratas a Túnez para escaparse de la justicia italiana que lo condenó por corrupción—, Berlusconi se vio envuelto en varios escándalos judiciales: fraude, evasión de impuestos.
Pero lo vincularon de establecer una siniestra alianza con la mafia. Sus enemigos lo llamaban ‘el caimán’. Era un apasionado del jogging y obligaba a realizar ejercicios a sus ministros, rutina que se la copió el mandatario PPK en Perú. Vivía acomplejado de ser chato y usaba zapatos con plataforma, pero resaltaba siempre la figura de Napoleón, tan bajo como él.
Para dar la contra a los políticos europeos, siempre sacó pecho por su amistad con Vladimir Putin, a quien le envió para su último cumpleaños veinte botellas de vodka. Berlusconi fue un mujeriego empedernido y un ‘tramposo’, se casó dos veces.
La primera vez con Carla Dall’Oglio, con quien tuvo dos hijos y se divorció, y la segunda, con la exactriz y vedette Veronica Lario, con quien tuvo otros tres hijos. Su matrimonio con Lario terminó en un divorcio millonario y fue precedido por un escándalo público cuando la exactriz rompió su silencio y mediante una carta pública en un diario le exigió que le pidiera disculpas por haberla ‘corneado’ con varias mujeres. Se fue un hombre al que solo le faltó llegar a la presidencia de la república. Aunque siempre fue el poder detrás del trono. Apago el televisor
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