Este Búho se indigna al ver el terrible maltrato que las rondas campesinas de Chidín inflingieron a dos periodistas de ‘Cuarto poder’ que cubrían el sospechoso papel que cumplió la cuñada-hija del presidente Pedro Castillo, Yenifer Paredes, la que apareciera en un video ofreciendo obras a los pobladores sin ser funcionaria pública.
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Según denunciaron Eduardo Quispe, reportero, y Elmer Valdivieso, camarógrafo, fueron capturados por más de una cincuentena de belicosos ronderos, donde también se encontraba el alcalde, y los secuestraron por varias horas a la vez que les ‘incautaban’ sus equipos de grabación.
Pese a que la figura puede considerarse como un secuestro y robo, ni el presidente ni el premier Aníbal Torres exigieron que la Policía detenga a los cabecillas de este grave atentado a la libertad de expresión y quisieron pasar el atropello por ‘agua tibia’.
El premier, en el colmo, todavía alabó a los ronderos y menoscabó el trabajo de las Fuerzas Armadas y policiales. Todo esto me hace recordar, salvando las abismales distancias, a la masacre de Uchuraccay.
EL BÚHO EN EL TUNEL DEL TIEMPO
Ingreso al túnel del tiempo: 26 de enero de 1983. En los primeros años de la asonada terrorista de Sendero Luminoso y con el Ejército ocupando estas zonas declaradas en emergencia, ocho periodistas (seis de Lima y dos de Ayacucho) fueron asesinados cruelmente en la comunidad de Uchuraccay.
Ubicada en las alturas de Iquicha, adonde solo se podía llegar a caballo o a pie, los periodistas iban con un guía conocido por los campesinos, y llegaban para indagar si en la vecina comunidad de Huaychao, de verdad, habían asesinado a siete ‘terrucos’ senderistas, tal como informó la revista ‘Caretas’, con fotos de los cadáveres y con celebraciones del presidente Belaunde, quien instó a otras comunidades a que los imitaran. En Lima, algunos medios dudaron de la versión oficial y decidieron mandar a sus periodistas ‘a desentrañar la verdad’.
En su impresionante trabajo para el New York Times, ‘Historia de una matanza’ (1983), Mario Vargas Llosa señala que los periodistas iban a hacer solo una parada en Uchuraccay, para continuar a la vecina Huaychao, pero lo que no sabían era que en esa zona de altura columnas senderistas en tránsito habían ‘expropiado’ para la ‘revolución’ los pocos animales que poseían y asesinado a los comuneros que intentaron oponerse.
Por eso las comunidades iquichianas ‘declararon la guerra a los terrucos’ y la masacre de Huaychao lo demostraba. En ese contexto, con los campesinos festejando con aguardiente y coca, pero también con excitación y miedo por las represalias senderistas, llegaron los periodistas caminando hacia la comunidad.
Según el escritor, luego de un breve diálogo de sordos, ni bien estuvieron a tiro de piedra, los atacaron y luego los masacraron con palos y hachas. Posteriormente, los cuerpos mutilados fueron enterrados de a dos, boca abajo. Los especialistas señalaron que ese tipo de entierros se los hacían a sus enemigos.
Cuando llegó la patrulla militar por aire, los pobladores aseguraron que habían matado a ocho ‘terrucos’. Se quedaron aterrados cuando en vez de felicitarlos y entregarles provisiones como a los de Huaychao, los acusaban de asesinato.
En el informe de ‘La Comisión Uchuraccay’ se detalla que los comuneros se defendían diciendo ‘matamos terroristas’, pues días atrás también habían asesinado a dos senderistas y esperaban un posible ataque.
La llegada del grupo de extraños los confundió, produciéndose la masacre. Después que se retirara todo ese ejército de hombres extraños, los comuneros se quedaron solos otra vez.
Según el revelador libro de Víctor y Jaime Tipe, ‘Uchuraccay: el pueblo donde morían los que llegaban a pie’, días después de la masacre llegaron los senderistas con una lista y ejecutaron a once personas. Así, cada cierto tiempo llegaban con nombres y procedían a cumplir ese ritual macabro. En un año la lista de asesinados alcanzó las 135 víctimas. Hoy Uchuraccay es un pueblo fantasma. Apago el televisor.
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