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El pez en el agua

En esta ocasión, el Búho nos trae sus impresiones sobre la obra de nuestro premio Nobel, Mario Vargas Llosa, 'El pez en el agua'.

Este Búho, desde adolescente, ha sido admirador de como escritor. Sería a los doce años, cuando lo leí por primera vez. En ese tiempo mi madre me dio el dinero para comprar ‘La ciudad y los perros’, edición española de Seix Barral, para mi curso de literatura. Pero me gustaría tocar esta vez su notable y aleccionador libro de memorias, ‘El pez en el agua’ (1993), que me presentó a un Mario que no conocía, el intelectual lanzado a un mar infectado de tiburones, otros depredadores de la política criolla. Aquí algunas pinceladas que nos reveló nuestro premio Nobel de su paso por la política, incursión de la que siempre se arrepintió.

ALAN LO METIÓ EN POLÍTICA: Al cumplir 50 años, el novelista había confeccionado una lista de los trabajos que debía emprender en esa nueva etapa de su vida, todos relacionados con el arte: escribir tres novelas y una obra de teatro.

La palabra ‘política’ no estaba en esa lista, pero de un plumazo pasaría a encabezarla. Así lo recuerda: ‘... Yo ni lo sospechaba, ese 28 de julio de 1987, al mediodía, cuando en la pequeña radio portátil de mi amigo Freddy Cooper nos dispusimos a oír el discurso (del presidente Alan García ante el Congreso), entre ronquidos y tartamudeos del viejo aparato, bajo el sol candente de Punta Sal, su decisión de ‘nacionalizar y estatizar’ todos los bancos, las compañías de seguros y las financieras del Perú.(...)

Apenas regresé a Lima, un par de días después, escribí un artículo, ‘Hacia el Perú totalitario’, que apareció en El Comercio el 2 de agosto, dando las razones de mi oposición a la medida y exhortando a los peruanos a oponerse a ella (...). Los empleados de los bancos y demás empresas amenazadas se lanzaron a las calles, en Lima, en Arequipa, en Piura y otros lugares, en marchas y pequeños mítines que sorprendieron a todo el mundo, empezando por mí.

A fin de apoyarlos, cuatro amigos íntimos, tres arquitectos: Luis Miró Quesada, Frederick Cooper y Miguel Cruchaga, y el pintor Fernando de Szyszlo (...), venían a proponerme que convocáramos una manifestación, en la que yo sería el orador de fondo. Acepté. Esa noche tuve con Patricia la primera de una serie de discusiones que durarían un año. —Si subes a ese estrado terminarás haciendo política y la literatura se irá al diablo. Y la familia se irá al diablo también'.

EL WHISKY ENTRE MARIO Y ‘EL CHINO’: En el libro nuestro Nobel cuenta que decidió reunirse con el candidato que quedó segundo, detras de él, en las elecciones presidenciales de 1990, Alberto Fujimori, para proponerle que estaba dispuesto a renunciar a participar en la segunda vuelta si el ‘Chino’ implementaba algunas reformas económicas básicas del programa del Fredemo, para sacar al país de la ruina dejada por el gobierno de García: ‘...

Al día siguiente de la primera vuelta, lunes 9 de abril de 1990, llamé temprano a Alberto Fujimori al Hotel Crillón, su cuartel general, y le dije que necesitaba conversar con él ese mismo día, sin testigos. Quedó en indicarme la hora y lugar de la cita, y así lo hizo, un poco más tarde: una dirección en las vecindades de la clínica San Juan de Dios, una casa contigua a una gasolinera y taller de mecánica.

La casa estaba cerca de la salida a la Carretera Central, disimulada tras un muro. Salió a abrirme el propio Fujimori y me llevé una sorpresa al descubrir, en ese modesto barrio, protegidos por altas paredes, un jardín japonés, de árboles enanos, estanques con puentecillos de madera y lamparillas, y una elegante residencia amueblada a lo oriental.

Me sentí en un chifa o en una vivienda tradicional de Kioto u Osaka, no en Lima. Fujimori me hizo pasar a una salita, con un ventanal sobre el jardín ante una mesa en la que había una botella de whisky y dos vasos, frente a frente, como para un desafío. Era un hombre menudo y algo rígido, algo menor que yo, cuyos ojitos me escrutaban con incomodidad detrás de sus anteojos.

Se expresaba sin soltura, con faltas de sintaxis, y la suavidad y el formalismo defensivos del carácter criollo. Me miró un buen rato como si no me creyera, o como si en lo que acababa de decirle hubiera escondida alguna trampa. Por fin, recuperado de la sorpresa, comenzó, en tono vacilante, a hablar de mi patriotismo y mi generosidad, pero yo lo interrumpí diciéndole que nos tomáramos un trago y habláramos de cosas prácticas.Sirvió un dedo de whisky en los vasos y me preguntó cuándo iba a hacer pública mi decisión...’.

Sin embargo el ‘Chino’, siniestramente, no esperaría el anuncio del candidato, se presentó de improviso en la casa barranquina del escritor, causando un alboroto entre la prensa nacional y extranjera. Cara a cara con Mario, le dijo: ‘Lo que me propusiste ayer es inconstitucional, enfréntate conmigo nomás’. Y salió a la calle a decir que el candidato ganador de la primera vuelta ‘tiene miedo a enfrentarse conmigo’. Allí el escritor se dio cuenta de que Fujimori solo era una marioneta de alguien mucho más político y maquiavélico. ¿Alan podía ser? Apago el televisor.



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