Este Búho ya no se sorprende de nada. Me entero por un portal europeo que nuestro premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, pagaba nada más y nada menos que ochenta mil euros mensuales para mantener su relación con la socialité Isabel Preysler. Es que la vida de la recordada esposa de Julio Iglesias siempre estuvo marcada por el lujo, el glamur y los romances. Pero detrás de su impecable imagen de ‘reina de corazones’ se esconde una mujer astuta que ha sabido capitalizar cada detalle de su vida social.
Esa relación terminó mal. Recuerdo que el novelista logró hacer sacar de sus casillas a Isabel, cuando repentinamente se mostró con Patricia Llosa en su restaurante italiano favorito en Madrid, corriendo el rumor que invitaría a la madre de sus hijos a la ceremonia de su incorporación a la Academia Francesa, cosa que efectivamente sucedió.
En ese momento, su cuento ‘Los vientos’ ya había sido reproducido en medios españoles y a Isabel no le había molestado que el peruano haya escrito: ‘Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita, con la que estuve casado muchos años (...) por una mujer que no valía la pena. Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida. Por hacer lo que hice, mi vida se reventó y ya nunca fui feliz’.
En este párrafo, muchos advirtieron un sesgo autobiográfico, tan recurrente en su vasta obra, donde Carmencita podría ser Patricia, la mujer con la que estuvo casado, e Isabel, la del ‘enamoramiento violento’, la mujer que ‘no valía la pena’.
Pero la exesposa de Julio Iglesias no se sintió aludida, al menos de la boca para afuera, ante estas y otras ‘indirectas’ escritas con un lenguaje mucho más crudo, al narrar que no se enamoró de esa mujer con el corazón, sino con su ‘miembro viril’. La filipina guardó silencio y no hizo ningún comentario sobre la narración del escritor, que fue amplificado por la ‘prensa del corazón’ y la cultural.
Porque el cuento es una notable pieza que disecciona Madrid, pero podría ser Buenos Aires o Lima, ciudades de plazuelas, museos, extinción de los viejos cines, donde el personaje otoñal solo tiene un espacio para su soledad escatológica, irónica, humorística pero profundamente reflexiva, sobre tiempos pasados, presentes y futuros. Pero bastó que Vargas Llosa anunciara que iría con Patricia a la ceremonia en la Academia Francesa, donde también asistiría Juan Carlos I de España, para que la filipina estallara en furia y escogiera la revista ‘Hola’, de la que es estrella, la que la bautizó como la ‘reina de corazones’, para transformarse en una leona y atacar al novelista, sobre el mencionado cuento, sospechosamente tarde.
Poniendo como pretexto un párrafo donde no se refiere a ella sino, según su criterio, a su hija, la escandalosa socialité Tamara Falco, fruto de su matrimonio con el marqués Carlos Falco... “Mario añadió dos párrafos a su famoso cuento el pasado mes de enero. En ellos, hablaba de las ‘Islas Marquesas’ —en referencia al marquesado de Griñón que heredó de su padre— y se reía de Tamara, una niña que solo ha sido cariñosa y amorosa con él. Meterla en todo esto me parece caer muy bajo. Hay un límite para todo y lo han traspasado. No voy a permitir que se metan con ninguno de mis hijos. Con ninguno de ellos...”, arremetió la Preysler para jolgorio de la periodista de ‘Hola’.
Para la filipina, el que Mario haya mencionado la palabra ‘Islas Marquesas’ es con la intención de referirse a Tamara relacionándola con algo que provoca risa. Como buena socialité, Tamara prefiere no pelearse con nadie, sobre todo después del escándalo de la cancelación de su boda, porque ampayaron a su novio con otra mujer en Estados Unidos.
Al contrario de las iras de su madre, Tamara Falco tomó las cosas deportivamente: “Me encanta que un Nobel me mencione. Yo me llevo muy bien con él, es un artista. Si tengo que tener una conversación con él, la tendría”. Ante el escándalo desatado por una despechada Isabel, Vargas Llosa prefirió responderle y decirle públicamente cómo se siente después de haber terminado con ella, en la Ciudad Luz, París, y en francés, en la revista ‘Paris Match’: ¡He recuperado mi libertad! Apago el televisor.
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