
Este Búho conversaba hace algunas semanas con una colega. Con ella recordamos esa magnífica iniciativa que fue ‘Mi novela favorita’, una serie radial en la que nuestro premio Nobel Mario Vargas Llosa comentaba libros que lo habían forjado como escritor, para luego dar pase a una adaptación oral resumida, pero envolvente de menos de una hora. Aquella periodista trabajó con ‘Varguitas’ en ese proyecto que se emitió por RPP y que hoy se puede encontrar íntegro en Spotify. Ella evocaba esos años con mucha nostalgia. “Búho -me dijo- Vargas Llosa fue un hombre generoso y muy sencillo con los jóvenes que tenía alrededor”. En pleno auge de transformación digital, ese archivo radial es una ‘joyita’ literaria que sobrevive y a la que cualquier persona puede acceder gracias a internet. Fue en esa plataforma que mis hijos oyeron por primera vez la magnífica adaptación de ‘Robinson Crusoe’, de Daniel Defoe. Aunque resumida, las voces de Óscar Carrillo, Bruno Odar y Óscar Beltrán le dan un toque que termina atrapando la atención de principio a fin. Sin desmerecer, por supuesto, nada se compara al papel. El libro es alucinante y causó un extraordinario impacto en una sociedad imperialista como la inglesa, que mantenía un comercio dinámico y constante con ultramar. Los barcos iban y venían de los puertos para llegar hasta las colonias británicas en América, África o Asia. El personaje central, Robinson Crusoe, oriundo de York, se embarca hacía el África, pero, como todos sabemos, no solo existía la navegación comercial u oficial, sino también la piratería. Uno de esos barcos de malhechores asalta y transforman a la tripulación en esclavos. Pero Crusoe logra escapar gracias al capitán de un barco portugués que lo deposita en Brasil. Allí se mantiene hasta que decide embarcarse en una nave que parte para traer esclavos del África.
Seguramente por dedicarse a tan siniestra práctica, el barco naufraga y encalla en una isla desierta. Robinson es el único sobreviviente. Con las provisiones y restos de la embarcación logra construir un hogar. Su conversión al protestantismo le da fuerzas para soportar el brutal aislamiento, pero este se interrumpe cuando descubre que no está solo, que de cuando en cuando unos indígenas llegan en canoas con prisioneros, a los cuales asesinan y luego asan al fuego para darse macabros festines. ¡¡Eran tribus caníbales!! Robinson, en una de esas incursiones, logra rescatar a un prisionero al que llamará ‘Viernes’, en vista de que fue ese el día en que lo rescató. Para no aburrirse, el protagonista escribía un diario: ‘30 de abril. Habiendo advertido que mi pan disminuía considerablemente, reduje mi ración a una galleta por día, lo cual hice muy a mi pesar’. Pero a medida que pasa el tiempo y se le acaban las provisiones del barco, el náufrago comienza su ardua tarea de adquirir las habilidades de un hombre primitivo, cazando animales salvajes, peces, aves. Luego da un paso más para domesticar cabras, patos y pichones. Después hasta se convierte en cocinero y escribe en su diario: ‘Me ocupé de cocer la tortuga, le encontré sesenta huevos y su carne me pareció entonces la más sabrosa y agradable que había probado en mi vida, no habiendo comido carne, salvo la de cabra y aves, desde que desembarqué en este horrible lugar’. Más allá de ser un extraordinario libro de aventuras, muchos investigadores han encontrado en él una perfecta radiografía del colonialismo inglés, con toda la ética protestante que esto conlleva, no siente tentaciones sexuales, tiene una visión colonialista de ‘su isla’ y de su esclavo ‘Viernes’. Esa ‘ética protestante que permitió el desarrollo capitalista en su colonia americana’. El libro fue publicado en 1719 y se le considera la primera novela inglesa. En palabras del premio Nobel peruano: “La historia de Robinson Crusoe es una exaltación del espíritu de aventura y transmite una visión optimista del ser humano que se crece ante la adversidad y es capaz de imponer la civilización en las circunstancias más precarias”. Es interesante que esta obra maestra de la literatura universal se haya llevado al formato de podcast y así más personas, sobre todo jovencitos, tengan acceso a ella. Son tiempos en los que se lee menos, según estudios. Y una vitrina como Spotify, una plataforma básicamente de música y en donde reguetoneros como Bud Bunny tienen millones de seguidores y reproducciones, es necesaria y urgente que también muestre contenidos que alimenten el alma y la imaginación. Apago el televisor.








