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El Búho y los Enanitos Verdes

El Buhó lamenta la muerte de Eduardo ‘Marciano’ Cantero, líder de los Enanitos Verdes, y recuerda su amplia trayectoria.
Eduardo ‘Marciano’ Cantero

Este Búho le debía una columna de homenaje al gran rockero argentino Eduardo ‘Marciano’ Cantero Hernández, más conocido simplemente como Marciano, líder y vocalista de la banda Enanitos Verdes, trágicamente fallecido por una insuficiencia renal a los 62 años. Nadie esperaba que el cantante se nos fuera tan rápido, porque el grupo tenía agendada una gira por Lima e inclusive en provincias, pues estaban anunciados en Chiclayo, Piura, Trujillo y Arequipa.

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Hablar del rock en español en la década de los ochenta era hablar de los rockeros argentinos, como Charly García, Los Twist, Miguel Mateos, Los Abuelos de la Nada, Soda Stereo, Enanitos Verdes o los españoles Hombres G.

El grupo que integraban Cantero, el guitarrista Felipe Staiti y el batero Daniel Piccolo no la tuvo fácil ante los ‘monstruos de la capital’ cuando llegó con su demo en 1983 a Buenos Aires a buscar la gloria. Las grandes disqueras no le ‘daban bola’ a un grupo provinciano, de Mendoza.

Tuvieron que regresar a su ciudad natal porque no lograron grabar un disco y no podían mantenerse en la capital. Sin embargo, a inicios de 1984, tras una gran actuación en el Festival La Falda, donde son reconocidos como ‘grupo revelación’, les brindan la oportunidad de grabar su primer disco, ‘Enanitos Verdes’ (1984), en un sello independiente, Mordisco.

Mientras grababan, vivían en un depósito de luces, sufriendo las inclemencias del frío y en condiciones deplorables. El disco tampoco recibió la atención que merecía, pese a incluir dos temas que serían clásicos en su discografía: ‘La nena de diecisiete’ y el entrañable ‘Aún sigo cantando’, una composición madura de Marciano y que contó con la participación de un histórico del rock argentino: David Lebón (Serú Girán), con aquella inolvidable estrofa: ‘Te acordás del flaco Spinetta, cuando cantaba: todas las hojas son del viento/ Hoy toda nuestra filosofía, que era solo ser rockero/ Pero cómo han cambiado los tiempos, todos luchan por mantener sus puestos/ Hay muchos que ahora son ingenieros pero qué pocos quedaron de aquellos...’.

Tuvieron que pasar dos años de interminables giras por pubs de Buenos Aires y escenarios del interior para que una gran disquera como la Sony decida ficharlos, eligiendo como productor del disco al inmenso Andrés Calamaro, de Los Abuelos de la Nada. Andrés supo sacar provecho de la voz de Marciano, los guitarreos de Staiti, incluyendo orquestaciones de teclados y coros suyos para hacer de ‘Contrarreloj’ (1986) uno de los mejores trabajos de la amplia discografía ‘marciana’, con inolvidables ‘singles’ como ‘La muralla verde’, ‘Cada vez que digo adiós (Nena, no te pongas mal...)’, ‘Conciencia contrarreloj’ y ‘Simulacro de tensión’.

Un año después, siempre con Calamaro como productor, presentan ‘Habitaciones extrañas’ (1987), donde incluyen ‘joyitas’ como ‘El extraño de pelo largo’, ‘cover’ de La Joven Guardia, ‘Por el resto’ y ‘Te vi en un tren’. Con estos tres discos a cuestas el grupo se embarcó en una gira internacional que incluyó Lima en un inolvidable concierto en la tribuna norte del Estadio Nacional.

En 1989 el grupo se separa. Marciano edita dos álbumes como solista. Pero en 1992 se produjo el milagro para sus fans. El grupo se vuelve a unir junto a quien les produjo sus álbumes más exitosos: Andrés Calamaro. El título de la producción no podía ser más significativo: ‘Igual que ayer’ (1992), estaban juntos nuevamente el maestro y sus discípulos. Con el ‘single’ insignia ‘Igual que ayer’, iniciaron una gira internacional donde incluyeron al Perú.

Aquel año vivíamos los terribles embates del terrorismo, sobre todo en el interior del país, como Ayacucho y Huancayo. Sin embargo, un empresario se arriesgó a contratarlos para que den un concierto en el Coliseo Cerrado de la ciudad ‘incontrastable’. El concierto se publicitó como ‘el primer concierto de una banda de rock internacional en provincias’.

Este columnista trabajaba haciendo crónicas en un suplemento que hoy yace en el cementerio de papel del diario El Peruano. El director me llamó a su oficina y me dijo: ‘Este concierto es una cachetada al terrorismo. Hay que darle la máxima cobertura. Te vas con un fotógrafo en el mismo bus con los músicos y te alojas con ellos en el mismo hotel, ya está todo arreglado’.

Recuerdo que tenía que estar a las cinco de la mañana en la puerta de un hotel en Miraflores para salir con los músicos, pero por gusto estuvimos esperando a esa hora. Los Enanitos recién salieron a las ocho de la mañana junto a dos guapas pero ‘traviesas’ hermanas actrices que se retiraban felices del hotel gritando ‘¡te amo, Felipe! ¡Eres lindo, Marciano!’. Los argentinos habían ‘campeonado’ con las chicas, que se fueron volando.

Esa noche el coliseo estaba militarizado. El músico había vivido 14 años en Hermosillo, México, inclusive se había nacionalizado mexicano, pero los últimos años había vuelto a radicar en Mendoza, ciudad donde le sorprendió la muerte. Descansa en paz, querido Marciano. Hay un gran lamento no solo boliviano, sino latinoamericano por tu desaparición. Apago el televisor.

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