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El Búho en las calles (II)

El Búho de Trome comenta la situación de la capital peruana, duramente golpeada por la pandemia y la crisis política.

Este Búho se pone zapatillas. Haciendo honor a lo que decía el entrañable fotógrafo Carlos ‘Chino’ Domínguez: ‘Perro que no camina no encuentra hueso’, continúo recorriendo esta gran ciudad. Una ciudad golpeada no solo por el maldito virus, sino por una ineficiente clase política. Una ciudad, como el resto del país, agobiada por una economía que se desmorona como un castillo de arena. Es fácil comprobarlo. Y no me voy a referir a las contundentes cifras de diversas encuestas publicadas en los últimos días, en las que con números y porcentajes se muestra los altos índices de desaprobación del actual mandatario y su séquito de ministros, que parecen más preocupados en apagar los incendios de casa, que resolver los grandes problemas del país.

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Este columnista recorre las calles, los mercados, los paraderos de buses y las carretillas de comida por toda la periferia capitalina. Hablo con taxistas, amas de casa, jóvenes estudiantes. Con ellos y entre ellos observo su preocupación por el cierre de un año nefasto, infructuoso y caótico. Cada día son más los negocios que cierran y las personas sin trabajo que salen a las calles a buscar el sustento de la familia. Alrededor del mercado Unicachi, en Comas, a donde llegué, decenas de ambulantes nacionales y extranjeros ofrecen sus productos con la pequeña esperanza de que al final del día puedan reunir el dinero suficiente para que tengan una comida digna. “Señor periodista, yo trabajaba en un puesto del mercado, tenía un sueldo fijo, pero con la crisis, me despidieron. Entonces ofrezco estas ropas interiores que compro al por mayor en Gamarra, aunque ya no sale a cuenta porque también ha subido de precio. Difícilmente gano 50 soles al día”, me dice una mamita. Y me pregunto, dónde quedó esa emblemática frase que el profesor chotano disparó durante toda su campaña: “No más pobres en un país rico”. Al parecer era un mensaje solo para su círculo cercano, a quienes encuentran veinte mil soles en el baño de su oficina, regalan licitaciones millonarias y ofrecen suculentos sueldos de quince mil soles mensuales solo por ser amiguísimas de la ministra Anahí Durand.

Muchos optimistas consideran que quizá, haciendo algunos cambios, Castillo pueda tomar el timón del barco de una buena vez. Pienso que, a estas alturas, la paupérrima capacidad y el total desentendimiento en temas de gestión pública están demostrados, y con creces. Sus contradicciones afectan a la estabilidad económica, aunque diga que no. Sus idas y venidas, sus decisiones, sus ‘cantinfladas’, generan un clima de desconfianza económica. Por ejemplo, entre junio y setiembre de este año, ha habido una fuga de capitales de doce mil millones de dólares. Es decir, familias y empresarios han decidido retirar su dinero de los bancos y llevarlo al extranjero ante la incertidumbre financiera y política. No es para menos.

En el país diversos antimineros han bloqueado las vías de acceso a algunos yacimientos, perjudicando a miles y miles de trabajadores que viven de esta actividad. Sin embargo, ante estas revueltas el Estado no ha tomado ninguna medida concreta, a pesar de haber declarado hace unos días que “no somos un gobierno antiminero ni obstruccionista”. Esta inacción del Ejecutivo pondría en terreno inestable las futuras inversiones. Mientras tanto, un proyecto de ley impulsado por el Gobierno Central que busca unificar EsSalud con el Ministerio de Salud ha provocado la protesta masiva de médicos y ciudadanos, pues lo que sucedería -si se aprueba esta ley- sería la ‘estatización’ de cerca de doce mil millones de soles del aporte de los asegurados de la institución. Es una medida descabellada, sin duda, pues EsSalud ya es un sistema que se ha desbordado hace buen tiempo, y aumentarle la carga del SIS sería catastrófico. A pesar de ser un mes de esperanza y fe, en la calle hay mucho pesimismo. Un jovencito que tuvo que dejar de estudiar porque no podía pagar la pensión del instituto ve así el panorama: “Preparaba tragos en una discoteca y con eso costeaba la carrera. Ahora trabajo en la calle, y lo que gano es para mi día a día. No me da roche vender polos y pantalones aquí afuera (de Unicachi), esto es honrado. Lo que me da roche es haber confiado en un político que me vendió sebo de culebra”. No hay mejor termómetro que la calle. Allí es donde están los verdaderos analistas de la realidad. Yo seguiré caminando y escribiendo lo que veo con mis ojazos. Apago el televisor.

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