Este Búho continúa con sus recuerdos sobre el ídolo Diego Armando Maradona. Creo que antes que futbolista, esposo o padre, era hijo. Tenía un inmenso amor por su madre, la gran doña Tota, la que le reservaba el único bistec de la mesa para Dieguito, en esos tiempos de ‘vacas flacas’ en el pueblo joven de Villa Fiorito, donde vivió su infancia el talentoso exjugador.
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Ya de niño, demostraba un talento único, a tal punto que un camarógrafo aficionado lo filmó dando cabecitas una y otra vez. Parecía que el ‘cebollita’ tenía un imán en la frente y en la pierna izquierda que atraía a la pelota.
Hay una gran diferencia entre Maradona y Messi. A diferencia de Leo, al que llevaron a Barcelona siendo un niño y lo trataron como un ‘futbolista probeta’, con vitaminas, psicólogos y profesores, el ‘Diez de todos’ vivió una vida de chico de barrio bajo.
Llegó a Argentinos Juniors y nunca se alejó de las calles ni cuando se volvió ídolo con Boca Juniors, el tremendo equipo con Miguel Ángel Brindisi. Pero después del Mundial de España 82, Boca dejó ir al Diego y fue contratado por el poderoso Barcelona. Su paso por el club azulgrana fue polémico.
El mismo futbolista en su libro autobiográfico ‘Yo soy Diego’ reconoció que su primer acercamiento con la cocaína se dio en Barcelona. Es más, el club azulgrana lo dejó ir al Nápoles italiano por el apego del astro a la vida nocturna.
Pero nadie imaginaba cómo cambiaría la vida del argentino en la capital de la mafia italiana, Nápoles. En la temporada 1990-1991 por primera vez dio un positivo por cocaína. Lo suspendieron quince meses. Allí comenzó a mancharse la pelotita.
Pero Maradona no solo dio malos ejemplos. Les enseñó a los futbolistas argentinos que nunca deben olvidar sus orígenes. Contaban, por ejemplo, que Claudio Caniggia se dejó obnubilar por su esposa, la ‘socialité’ Mariana Nannis, al punto que lo alejó tanto de su madre que la mamá de Claudio se suicidó porque su nuera no la dejaba ver a sus nietos.
En cambio, Diego era todo lo contrario, amaba hasta la locura a su mamá doña Tota. Pero mis jóvenes lectores me preguntan: Tío, cuéntanos sobre las últimas horas del ‘Pelusa’, ustedes los periodistas lo saben todo.
Las últimas horas de Diego Maradona
Está bien, les comentaré lo que me cuentan mis amigos del confiable diario ‘Clarín’. El Diego, después de su operación al cerebro, no se fue a La Plata, ciudad donde entrenaba al club Gimnasia y Esgrima, sino alquiló una casa en Tigre, una zona con condominios cerrados exclusivos.
El 25 de noviembre, a eso de las diez de la mañana, se sintió mal y se volvió a acostar. Hay sospechas que tuvo una recaída y consumió licor, lo cual le prohibieron tajantemente los médicos. Por eso se acaba de abrir una investigación fiscal. Tenía a dos guardaespaldas, Pomargo y Espósito, que al verlo mal llamaron al doctor Luque y también a su abogado Matías Morla, pasando por encima de sus hijas que viven en Argentina: Dalma, Gianinna y Jana.
Llegaron también seis ambulancias. Pero nadie pudo recuperarlo del paro cardiorrespiratorio. Diego no estaba feliz en La Plata, ni en la Argentina, ni con su vida. Estaba ‘noico’, deprimido. Sus hijas estaban resentidas con él porque seguían apareciendo más hijos no reconocidos y el ‘Pelusa’ los iba a reconocer a todos, sobre todo los hijos de su paso inolvidable por Nápoles y su vida loca en La Habana.
Estaba ansioso, deprimido y angustiado. Por eso, tanto su ‘Doc’ Luque como su psicólogo y su psiquiatra Agustina Cosachov estaban analizando un plan llamado el ‘Retorno a Cuba’, para que volviera a un lugar donde fue inmensamente feliz: la tierra de su gran amigo, el dictador Fidel Castro.
Según el diario ‘Clarín’, el ‘Pelusa’ tenía dos tremendos deseos. Uno: juntar en su último cumpleaños (el último 30 de octubre) a todos sus hijos: Dalma Nerea, Gianinna Dinorah, Jana, Diego Fernando y Diego Jr. (su primogénito italiano y quien no podía venir ya que estaba internado con coronavirus en Nápoles), y también a su querido nieto Benjamín Agüero Maradona, el hijo que ‘Giani’ tuvo con el futbolista Sergio ‘Kun’ Agüero.
Diego murió acompañado por su fiel mucama, cocinera y ‘mamá postiza’, Monona, la gordita que le hacía ‘los guisos más ricos del mundo’ y a la que veneró casi como si fuera su madre. Apago el televisor.
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