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Los conciertos de El Búho

“Quiero recordar esos memorables conciertos a los que asistí en la última década, cuando el Perú se convirtió -gracias a una economía estable- en el corazón de los eventos de categoría mundial y los estadios se abarrotaban de fanáticos ‘sedientos’ de diversión”.
El Búho, el columnista más leído del Perú.

Este Búho se emociona con la reactivación de espectáculos artísticos. Como saben mis fieles lectores, soy amante de la música y mucho más cuando es en vivo. Siempre que podía y el presupuesto lo permitía, me escapaba a disfrutar de los conciertos de cumbia, rock, salsa o lo que fuese. Un amante de este arte no le pone fronteras ni etiquetas, ni se encasilla, solo lo disfruta. He visto cómo grandes y pequeños artistas han padecido en estos duros meses y hoy, por fin, ven una luz al final del túnel. Por eso, quiero recordar esos memorables conciertos a los que asistí en la última década, cuando el Perú se convirtió -gracias a una economía estable- en el corazón de los eventos de categoría mundial y los estadios se abarrotaban de fanáticos ‘sedientos’ de diversión.

ARMONÍA 10 VS. AGUA MARINA: El templo de estos dos monstruos de la cumbia peruana era, sin duda, el entrañable e histórico Huaralino de Lima Norte. En fechas cercanas a Fiestas Patrias era un clásico el ‘duelo’ entre estas agrupaciones piuranas. Ambos ‘dinosaurios’ de la cumbia norteña y que hicieron escuela en nuestro país. Recuerdo que la primera vez que asistí a este evento lo hice con una querida amiga miraflorina, exalumna de la Universidad de Lima y gerenta de una gran empresa nacional. Como diría nuestro Nobel: ‘De naricita respingada’. Jamás había ‘toneado’ en otro sitio que no sea Larcomar y cuando le hice la invitación me miró sorprendida. Al llegar al ‘templo’ de la cumbia todos sus prejuicios y temores se derrumbaron. Allá se encontró con un local lleno de personas trabajadoras y luchadoras como ella, que cerraban su fin de semana a lo grande, con ingentes cajas de cerveza y bailaban hasta sacarle chispas al piso. Se soltó el cabello, chela en mano, y entonó sin rubor: ‘Basta ya mi amor/ no seas así, que mi corazón/ no puede más sufrir... / Basta ya mi amor / quiero sonreír / volver a tu lado... / No me dejes así...’. Luego volvimos un par de veces más, gracias a ella.

ROD STEWART: Soy admirador del cantante británico desde tiempos inmemorables. Sus temas como ‘Young turks’ o ‘Da ya think I’m sexy?’ forman parte del soundtrack de mi vida en esos disparatados años ochenta, época en que se vestía pantalones acampanados y se utilizaba rin en los teléfonos públicos. Por eso, cuando en 2011 anunciaron que vendría a Lima fui el primero en comprar una entrada para su espectáculo. La vida de esta megaestrella del rock mundial siempre me llamó la atención, pues se sobrepuso a una temporada de locura. Hizo honor a esa añeja frase que carga encima un rockero de polendas: ‘sexo, alcohol y drogas’. Tal era su fama de ‘depredador sexual’ que cuando se mudaba a un barrio sus vecinos enviaban inmediatamente a sus hijas a otras ciudades. Su concierto en Lima, en la explanada del Estadio Monumental, fue espectacular. Vestido con un saco dorado psicodélico, repasó esos himnos que los viejos nostálgicos guardábamos en el corazón: ‘Having a party’, ‘Tonight’s the night’, ‘Sweet little rock and roller’, ‘Forever young’, aunque no cantó las más populares y tal vez ese fue un pequeño sinsabor. Pero el maravilloso espectáculo ofrecido costó cada centavo del ticket.

RUBÉN BLADES: El último concierto que realizó el panameño en tierras peruanas fue en la renovada Feria del Hogar de 2014. Aquel evento tuvo un sabor especial, pues era el último que realizaría para dedicarse enteramente a la política. Además, pocos meses antes había fallecido su ‘compadre’, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, a quien dedicó el tema ‘Ojos de perro azul’ y algunas lágrimas. Al acecho de una fina llovizna, el salsero también entonó temas como ‘El padre Antonio y su monaguillo Andrés’, ‘Todos vuelven’ o ‘El cantante’ y cerró con el infaltable ‘Pedro Navaja’, ese himno de los bravos: ‘Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar / Con el tumbao que tienen los guapos al caminar / Las manos siempre en los bolsillos de su gabán / Pa’ que no sepan en cuál de ellas lleva el puñal’. Aquella noche fue especial, cargada de recuerdos. Disfrutaron adultos que habían ido con sus hijos jóvenes y parejitas enamoradas. El maestro Blades se llevó las palmas de todos. Entonces esa Feria del Hogar tenía el propósito de convertirse nuevamente en un evento multitudinario y anual, pero no fue así. Apenas tuvo debut y despedida. Me quedé corto con mis recuentos.

Apago el televisor.

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