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La pena de muerte en el cine

El Búho escribe sobre las cintas que tratan la pena de muerte.
'Dead Man Walking' o 'Mientras estés conmigo'.

Este Búho, ante la pólemica desatada por la ‘mandada’ del presidente Vizcarra de decir que se puede ‘evaluar’ el aplicar la pena de muerte para los violadores de niños, recuerda algunas películas impactantes sobre el tema, que genera debates en todas partes del mundo.

MIENTRAS ESTÉS CONMIGO (Tim Robbins, 1995). Tremendo peliculón, sobre todo por dos actuaciones magistrales: Susan Sarandon, como la monja católica Helen Prejean, voluntaria que solo se dedica a atender espiritualmente a los condenados hasta que se enfrentan a la inyección letal, y su relación con Sean Penn, que es el cruel y despiadado criminal Matthew Poncelet, condenado a la pena capital por haber asesinado cobardemente a una pareja de adolescentes inocentes. Lo novedoso del filme es que el argumento se alejó del muy resabido drama donde ‘se va a condenar a muerte a un inocente’. No, la monjita es consciente de que el reo al que cuida y consuela, como si fuera su propio hijo, es un ser despiadado y es culpable de la muerte de aquellos jovencitos. Tampoco está allí para decirle que se redima y que ‘entregue su alma a Dios’. Ella lo repite, ‘no estoy para aleccionarlos o instigarlos a los sentimientos de culpa’. ‘Mi trabajo con los presos que están en el corredor de la muerte es acompañarlos, no aconsejarlos ni convencerlos de que preparen su alma... No, es solo acompañarlos, como una hermana, como una amiga’, escribió en el libro que inspiró a la película. Fue una actuación tan extraordinaria, que Susan Sarandon obtuvo un merecidísimo Oscar a mejor actriz por colocarse en la piel de la monjita. Ella está allí por compasión, pero poco a poco se va sintiendo más compenetrada con un hombre que, según ella, ‘está muriendo mil veces antes de enfrentarse a la ejecución, cada día para él es una tortura’. Para ella, la pena capital no es un acto de justicia sino de venganza. Pero su protegido mató sin ningún tipo de motivo y por eso el jurado no dudó un instante en sentenciarlo a morir por inyección letal. Sean Penn ha tenido papeles memorables, pero en esta producción, como el condenado Matthew Poncelet, está extraordinario. Logra transmitir la rabia, el odio y el rencor del joven blanco pobre, un ‘white trash’ (basura blanca) que proviene de un hogar destruido por la muerte prematura del padre. Ni por estar bajo los efectos del alcohol y las drogas se justifica su total falta de piedad para convertirse en una máquina de matar. Es un monstruo al que la monja tratará de humanizar en el tiempo que le queda en el ‘corredor de la muerte’. El personaje de Matthew Poncelet se inspiró en Elmo Patrick Sonnier, electrocutado en la Penitenciaría de Luisiana el 5 de abril de 1984. Junto a su hermano menor Eddie, secuestró a Loretta Ann Bourque, de dieciocho años, y a su novio David LeBlanc, de diecisiete. Después de violar a la chica, los hermanos dispararon a sangre fría contra la pareja y abandonaron sus cuerpos en una zanja. Eddie, con problemas de salud mental, obedeció a su hermano mayor, quien planificó todo y lo persuadió de matar a la pareja para eludir la prisión. Eddie fue condenado a cadena perpetua sin derecho a libertad condicional y Elmo a muerte. Un filme para reflexionar.

CRIMEN VERDADERO (Clint Eastwood, 1999). El maestro despidió su fructífera década de los noventas con una película poco valorada en su filmografía. Steve Everett es un periodista veterano que tuvo su tiempo de gloria que arruinó debido a su alcoholismo y por andar detrás de todo lo que tuviera faldas, incluso las que pertenecían a sus jefes. Relegado en el diario por ‘partidor’, se consuela con una bella y joven coleguita que lo invita a un bar mientras le cuenta que está trabajando en el caso de un afroamericano condenado a muerte que, según ella, sería inocente. Más interesado en la joven que en su historia, Steve se va de avance y la chica decide irse a dormir manejando su auto. Craso error. Muere en un choque y Everett se queda con terribles sentimientos de culpa y decide, como homenaje, seguir con la investigación de la infortunada. Comprueba que su olfato periodístico está intacto, pero su mala fama lo condena. Entrevista al reo al que le quedan pocas horas. Inicia una investigación y descubre garrafales errores en la investigación. Tiene que luchar contra el reloj, contra el odio, desprecio y algo de envidia de sus colegas, acompañado por los de abajo, la familia del condenado, afroamericanos por quienes el gobernador nunca iba a detener una ejecución a solo minutos de cumplirse. El filme preferido de los opositores a la pena capital.

Apago el televisor.


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