Este Búho cada vez que transita por la cuadra dos de la calle Berlín, en Miraflores, observa la fotografía de un rostro de mujer madura y le hago una reverencia. A toda hora desfilan por esa movida cuadra juergueros, turistas extranjeros, ‘chicas positivas’, comensales y pasan frente a la amplia foto sin inmutarse, como si no hubiera nada. A muchos no les llama la atención quién es esa dama que engalana con su foto y nombre la fachada de la librería del Fondo de Cultura Económica.
El nombre Blanca Varela (Lima, 1926-2009) puede parecer hasta un seudónimo, pero no, es real y lo llevó en vida y hoy lo lleva en su gloria la más grande poeta peruana y una de las mayores voces de la poesía hispanoamericana. El espíritu de Blanca se trasladará, a pocos metros, al emblemático parque Kennedy, donde la Feria del Libro Ricardo Palma le rendirá un merecido homenaje al cumplirse 45 años de la publicación de su libro ‘Canto villano’ (1978).
Nació en Lima en 1926, en el seno de una familia de mujeres intelectuales, su abuela y sobre todo su madre, la escritora costumbrista Esmeralda Gonzales Castro, más conocida como Serafina Quinteras, autora del archiconocido tema ‘Parlamanías’: ‘Haremos casas de ochenta pisos…’. Se inició en poesía en la Universidad San Marcos, donde ingresó en 1943, para estudiar Letras. Allí hizo grupo literario con los poetas Javier Sologuren, Jorge Eduardo Eielson, Francisco ‘Paco’ Bendezú y el pintor Fernando de Szyszlo, que estudiaba Arte en la Universidad Católica.
Cuando le preguntaron sobre el movimiento literario que formó en la universidad a través de la revista ‘Las Moradas’ sostuvo: “Mi grupo no tenía una preocupación política marcada, como sí tenían otros. Pero creo que todos participamos de un sentimiento de izquierda, sin llegar a la poesía social”. ¿Influencias? César Moro, Emilio Adolfo Westphalen, Martín Adán, Xavier Abril; y antes José María Eguren y César Vallejo. Para Blanca y su grupo el gran paradigma, sin duda, fue José María Arguedas.
“Fue una persona muy importante para nosotros en el plano del pensamiento. Éramos gente costeña, y él nos abrió, nos descubrió una serie de valores en el mundo andino, en música y arte, especialmente”. En 1949, casada con Szyszlo, emprende viaje a París, Francia. Nadie imaginaba que entre los días de bohemia juveniles de los artistas latinoamericanos como Szyszlo, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, con los ‘tótems’ franceses Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. Blanca, tímida, no le dijo a nadie que estaba escribiendo un poemario, ni siquiera a su marido.
Cuando estuvo terminado, solo se lo enseñó en secreto al poeta y ensayista Octavio Paz. Tanto le impresionó el libro que le propuso escribir el prólogo. La historia del título del libro la relató el mismísimo Vargas Llosa: “Blanca le llevó el libro a Octavio y cuando leyó el título le preguntó: ‘¿Puerto Supe? ¿Qué es eso?’. A lo que ella, excitada, le respondió: ‘¡Pero ese puerto existe, Octavio!’. Paz, con esa genialidad que lo caracterizaba, le dijo: ‘¡Allí está! Blanca, ese es el título: ‘Ese puerto existe’”.
El prólogo de ese libro, publicado en 1959, firmado por Paz, es inmensamente elogioso a la ‘joyita’ de la limeña. ‘Un poeta que no se complace en sus hallazgos ni se embriaga con su canto. Con el instinto del verdadero poeta, sabe callarse a tiempo. Su poesía no explica ni razona. Tampoco es una confidencia. Es un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo, una piedra negra por el fuego y la sal, el amor, el tiempo y la soledad. Y también una exploración de la propia conciencia’. Su obra poética se incrementó con ‘Luz de día’ (1963), ‘Valses y otras falsas confesiones’ (1971), ‘Canto villano’ (1978), ‘Ejercicios materiales’ (1993) y ‘Concierto animal’ (1999). Hace años se marchó a encontrarse, seguramente, con su hijo Alonso. Contra lo que se pudiera pensar, antes que poeta, Blanca Varela fue madre. Como la de todos nosotros. Nuestra poeta está más viva que nunca y el homenaje en la Feria del Libro es totalmente merecido. Apago el televisor.