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Gobierno en descomposición

El rosario de acusaciones que pesan contra el chotano es tan extenso que lo novedoso sería que no se le descubra ningún acto vinculado al delito de corrupción.
No se ha dado cuenta el mandatario que lo único que hace es desmerecer y vilipendiar la gran e importante labor que el campesinado y la clase obrera han tenido en la historia de este país

Este Búho es viejo en el oficio. No concibo el periodismo sin la necesidad de caminar las calles. El mejor análisis sobre nuestra coyuntura nacional lo hacen las mamitas que van al mercado, los taxistas, los vendedores ambulantes, el ciudadano de a pie. Por eso hay que conversar con ellos, escucharlos, entenderlos. Antes, cuando no existía internet, mucho menos las redes sociales, el verdadero pulso social se buscaba en los mercados, en los paraderos de buses, en las grandes avenidas, con libreta en mano o con grabadora, no en Twitter o Facebook en donde habitan miles de trolls a sueldo, una especie de sicarios cibernéticos.

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Antes, el vínculo entre el periodismo y la sociedad era saludable. Han pasado los años, pero sigo gastando las suelas de mis zapatos para entender nuestra realidad. Una realidad cada vez más turbia y complicada, acechada por buitres y hienas hambrientas de poder. Hay decepción y rabia en cada una de las personas con quienes hablo. ‘Todos los políticos son iguales’, ‘solo buscan su beneficio personal’, ‘son más de lo mismo’, ‘ninguno se preocupa por el pueblo’, son frases que escucho constantemente por donde camino. El hartazgo y el repudio hacia nuestra clase política se ha elevado a niveles que solo recuerdo de las épocas del dictadorzuelo Alberto Fujimori. Por donde se aprieta, salta la pus. El Estado parece un organismo en descomposición.

En estos días realicé viajes en taxis, colectivos, Metropolitano, tren y combis. Nadie habla sino de la denuncia constitucional que realizó la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, contra el mandatario Pedro Castillo. El documento es contundente e irrebatible para diversos especialistas. Esto ya no sorprende, pues el rosario de acusaciones que pesan contra el chotano es tan extenso que lo novedoso sería que no se le descubra ningún acto vinculado al delito de corrupción. La gente lo comenta, pero con el desgano propio de algo que sucede de manera rutinaria. Eso sí, quienes aún creían en el chotano le cuestionan cómo un personaje tan siniestro puede apropiarse del rótulo de ‘hombre del pueblo’, de ‘campesino’.

No sabe el profesor que las personas del pueblo, del campo, que los campesinos o la clase obrera no actúan como él actúa desde que logró la presidencia: en las sombras, con métodos criminales y mafiosos para cubrir sus delitos y fechorías. “El ‘pueblo’, al que dice representar, es el que trabaja honrada y honestamente, con la frente en alto, señor periodista”, me dice un albañil mientras viajamos en el tren eléctrico, desde Villa El Salvador hasta San Juan de Lurigancho. Tiene razón. Castillo se arropa con la gente humilde para victimizarse, para pasar por agua tibia los detalles del documento de 375 páginas, en donde se apunta cómo, al mismo estilo que los capos de la mafia siciliana, ocultaba sus rastros ilegales. Según la denuncia constitucional, ordenó apagar las cámaras de seguridad de Palacio para reunirse con los ‘Niños’.

Mediante un emisario, mandó a quemar documentos y lanzar celulares al mar. Pero lo más alucinante, lo que parece haber salido de una película inspirada en la Cosa Nostra, fue lo narrado por un colaborador eficaz. Sucedió el 20 de marzo de este año, luego de que el prófugo Bruno Pacheco, ex secretario general de Palacio, anunciara mediante un video que colaboraría con la justicia. Entonces fue convocado a Palacio por Pedro Castillo, a través de Beder Camacho. Para la reunión, Castillo pidió que se apaguen las cámaras y la comunicación fue mediante ‘papeles escritos’ para que se evite cualquier tipo de chuponeo. Lejos de aclarar al ‘pueblo’ todos estos entramados delictivos, como debería ser, Pedro Castillo ha optado por la victimización, por atrincherarse en sus raíces humildes, por autodenominarse ‘chacrero’ y esconderse en las faldas de sus orígenes andinos.

No se ha dado cuenta el mandatario que, tomando esta posición, lo único que hace es desmerecer y vilipendiar la gran e importante labor que el campesinado y la clase obrera han tenido en la historia de este país. Para sus opositores, la retahíla de denuncias confirma lo que sostenían desde el inicio de su gestión, que se trata de un político incapaz y de intenciones sombrías. Para sus aliados, se ha convertido en un lastre del que tarde o temprano se tendrán que desmarcar. Mientras tanto, esta crisis política seguirá impactando en el bolsillo del verdadero pueblo. Apago el televisor.

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