Este Búho festeja que por fin Estados Unidos haya aprobado la extradición del prófugo Alejandro Toledo, acusado de colusión y lavado de activos en el país, al haber recibido una coima de más de 30 millones de dólares de Odebrecht por la carretera Interoceánica. El caso del ‘Cholo de Cabana’ tiene situaciones similares a las del ‘profesor rondero’, el ‘campesino’, ‘chacrero’, Pedro Castillo. Toledo irrumpió en la escena política en 1994 presentándose como un humilde cholo que lustró zapatos y contó que con su esfuerzo llegó a estudiar en la prestigiosa Universidad de Harvard, en Estados Unidos.
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Se autodenominaba como ‘un error estadístico’. Llegó a la presidencia en el 2001, después de la famosa ‘Marcha de los cuatro suyos’ contra el gobierno mafioso de Alberto Fujimori, enarbolando la guerra contra la corrupción. Todo fue una burda mentira. Nunca se graduó en Harvard, mintió hasta en la muerte de su madre, cuando dijo que había fallecido en el terremoto de 1970. Mentira. Negó a su hija Zaraí. Era un mitómano y su cómplice, Eliane Karp, su esposa, una ladrona de momias y huacos preincas, lo pintaba como un ‘cholo sano y sagrado’. Pero lo peor fue la descomunal corrupción que encabezó en su gobierno, descubierta al destaparse el escándalo ‘Lava Jato’ y la constructora brasileña Odebrecht. Y pensar que tenía la con...ciencia de gritar ante la prensa: ¡No soy un corrupto! ¡Yo conozco a mis pescados!
Con Toledo nos dimos cuenta que ser cholo y ‘salir de abajo’ no es una garantía para que un político se comporte con honestidad y transparencia. Acá no importa si eres chino, cholo, negro, blanco o mestizo. Pedro Castillo, el expresidente golpista e investigado por ladrón es la otra cara de una misma moneda que el de Cabana. Al igual que Toledo, Pedro mintió en su campaña electoral, pintándose como un rondero, chacrero y profesor, cuando hacía muchos años que no ejercía porque tenía ‘licencia sindical’. Hasta plagió, junto a su esposa, su tesis de maestría. Castillo también acuñó lemas como ‘¡Cero corrupción!’ o ‘No más pobres en un país rico’, cuando los únicos que salieron de pobres en su gobierno fueron él y su familia, angurrientos sobrinos y amigotes realizando millonarias ‘cutras’ con el erario nacional.
Todo el Perú fue testigo de cómo, a lo largo del año y medio de su desastroso gobierno, salían a la luz los escandalosos casos que lo colocaban a él como jefe de una organización criminal. Sus compinches fugaron o se acogieron a la colaboración eficaz y lo delataron. Fue acusado constitucionalmente por la Fiscalía ante el Congreso y se le abrieron carpetas fiscales. Acorralado, intentó dar un golpe de Estado, ‘disolver’ el Congreso e intervenir a la Fiscalía para destruir todas las acusaciones en su contra. Hoy está bien preso. Pero uno se enerva al ver cómo dentro del país y sobre todo fuera se pretende presentarlo como una ‘víctima’, argumentando que ‘le dieron golpe’, ‘lo secuestraron’, porque es ‘serrano’, ‘discriminado por las elites’.
¡Por favor! Castillo y Toledo son un par de corruptos y están presos por sus delitos, no por su raza, como también lo está el ‘chino’ Fujimori y estuvo el ‘gringo’ PPK. Para ahondar en esta siniestra historieta sobre el ‘racismo’ contra Castillo, se suma el irresponsable ‘informe preliminar’ de Amnistía Internacional que, en lugar de preocuparse por los centenares de presos políticos que se han quedado en las mazmorras nicaragüenses del sátrapa Daniel ‘Alacrán’ Ortega, se da ‘un paseíto’ por Ayacucho y Abancay y con solo entrevistar a familiares de las víctimas, llega a la ‘conclusión cientifica’ de que las altas autoridades del país, la Policía y los soldados ‘actúan con un sesgo racista’. Apago el televisor.