Este Búho siente una rara sensación en estos días de Fiestas Patrias. Parece la misma que experimentaba el país en las convulsionadas festividades de julio del 2000. Ese año, Alberto Fujimori buscaba su re-reelección y su ‘Doc’, Vladimiro Montesinos, hizo que su títere en el aparato electoral, José ‘Papelito Manda’ Portillo, le birlara la victoria a Alejandro Toledo cuando por televisión, una vez concluida la votación, a boca de urna dieron como ganador al ‘Cholo de Cabana’, pero el siniestro asesor ordenó a los dueños de los canales comprados que manden a comerciales. En ese interín, ¡oh sorpresa!, otro flash daba cuenta que Alberto Fujimori era el triunfador. Y al toque, dejaron con los crespos hechos a los panelistas y pusieron ‘El Chavo del 8’, pensando ilusamente que ‘Quico’ y la ‘Chilindrina’ iban a acallar las protestas.
Ese 28 de julio, cuando el ‘Chino’ juró como presidente elegido por fraude, fue el inicio de su caída. En estas fiestas percibo algo similar. Atrás quedó el sentimiento patriótico sin parangón vivido en el país y en el extranjero, gracias a la clasificación al Mundial de Rusia, que con los partidos vistos con camisetas rojiblancas por todas partes, entonación del himno o el ‘Contigo Perú’ en cualquier celebración, parecía unificar a una población que vivió siempre haciendo notar sus diferencias. El fútbol parecía haber hecho el milagro, pero no podía ser verdad tanta belleza.
El periodismo independiente propaló unos audios que estallaron como una bomba de relojería. Algunas de las más importantes autoridades del Poder Judicial, jueces supremos, jueces superiores y hasta consejeros del ente que los debe fiscalizar, nombrar o destituir, como el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), según grabaciones publicadas y difundidas por la prensa valiente, integraban una red mafiosa que no solamente tenía conexiones con políticos inmersos en gravísimas acusaciones de lavado de activos, como ‘la señora K’, sino que maquinaba copar el Ministerio Público para guillotinar investigaciones como ‘Lava Jato’ y también quería acaparar organismos electorales.
Hasta se alcanzó la podredumbre con algunos capitostes, perdón, jueces superiores, como los del Callao, que establecían ‘alianzas’ con los jefes de bandas de narcotraficantes, sicarios y extorsionadores, a cambio de ‘verdecitos’, ‘lucas cholas’, ‘expedientes’, ‘libros’ u otras denominaciones que usaban en su jerga patibularia para referirse al dinero sucio. Y lo peor es que el presunto ‘cerebro’, el ‘Don’ de la mafia, se encargó de hacer la campaña para colocar al nuevo fiscal de la Nación en el cargo. Líneas arriba mencionaba que siento ese aire enrarecido en la población, se pasó del estupor a un sentimiento de que ‘se vayan todos’ y ‘me llega todo’ o como decía León Gieco en ‘Yo no quiero volverme tan loco’, ese entrañable tema de Charly García: ‘Yo creo que todo es una mentira’.
Por eso no me sorprende escuchar en la calle a escolares que dicen que no quieren estar en el desfile porque en el estrado hay autoridades corruptas. No miento, escucho a jóvenes militares que expresan lo mismo, les asquea hacer el saludo a la tribuna oficial, donde se para un fiscal de la Nación que, por lo que se escucha en los audios, es una marioneta del jefe de toda una red mafiosa comandada por magistrados. ¡Qué pena por el país! ¡Qué pena por la niñez y juventud que escuchan a jueces expresarse y comportarse peor que los delincuentes que deberían encerrar, pero que más bien liberan! ‘¿En qué momento se jodió el Perú?’, se preguntaba ‘Zavalita’, entrañable personaje de la célebre novela de Mario Vargas Llosa ‘Conversación en La Catedral’, que aunque ambientada en los años cincuenta del siglo pasado, continúa siendo tan actual y sigue cacheteándonos generación tras generación, porque ‘es un destino circular’, como cantaba el gran Federico Moura, de Virus, pues las cosas traumáticas se repiten una y otra vez. Cuidado, no subestimen a la ciudadanía. Me quedé corto, mañana continúo. Apago el televisor.
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