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‘Algún día te mostraré el desierto’

En esta columna, 'El Búho' analiza la más reciente obra del escritor Renato Cisneros 'Algún día te mostraré el desierto'.
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Este Búho tenía mucho interés en leer el reciente libro del escritor y periodista Renato Cisneros (Lima, 1976), ‘Algún día te mostraré el desierto. Diario de paternidad’, no tanto porque fue el más vendido en la Feria del Libro, sino porque me habían sorprendido gratamente sus dos novelas anteriores, ‘La distancia que nos separa’ (2015) y sobre todo ‘Dejarás la tierra’ (2017), que es continuación de la primera; el lado más brillante, literariamente hablando, de la macondiana historia de su familia, los Cisneros, que se inició con ‘La distancia que nos separa’ y la relación con su padre, el controvertido y otrora poderoso general del Ejército, Luis Cisneros Vizquerra.

Y en su penúltima obra, Renato se propuso cerrar ese ‘círculo maldito’ valientemente y así, en ‘Dejarás la tierra’, lo hizo sobre el peor y a la vez, el mejor secreto guardado de la familia: el inicio de la estirpe de los Cisneros con el amor prohibido de un cura de pueblo en Huánuco con Nicolasa Cisneros. Toda una increíble historia que le costó sangre, sudor, lágrimas y muchísimo trabajo de investigación de archivo y campo.

¿El resultado? Una novela redonda, que lo colocó como una de la nuevas, importantes e innovadoras voces de la narrativa nacional. Esto constituía todo un logro, pero a veces, también se puede convertir en un gran problema para los escritores que se pusieron una valla muy alta en su última novela, sin que esto signifique que el más reciente no sea un libro con momentos intensos, salvajemente sinceros o desgarradores.

Se sabe que se corren riesgos al basar un libro en diarios íntimos, como esta obra, y tal como lo confesó el escritor, se trataba de un ‘diario de no ficción’ y adelantó: ‘Es un relato que intenta ser muy fiel a como viví aquellos meses previos al nacimiento de mi hija Julieta y luego, los meses siguientes, al estallido de una crisis’. Es así que, como en la vida real, en los ‘diarios’, no en todos los momentos hay intensidad, vértigo, aventuras, brillantez, locura.

Por ello, el autor, ducho él, recurre a todos sus ‘ases’ bajo la manga para ponerle profundidad y peso a las confesiones que hace de la nueva vida que se le abrió, cuando conoció a una bella muchacha, Natalia, exitosa profesional con la que se casa, se van a vivir a Madrid y allí se entera de que va a ser papá. Por eso embarca al lector a bucólicos ‘diarios de carretera’ en periplos por Rusia, Alemania, Suiza, España, Portugal, el norte de África, Líbano y otras tantas latitudes.

A la cultura y belleza de la vieja Europa, con paradas abruptas en los horrores del campo de concentración en Auschwitz; a las reflexiones ‘del peruano que vive en el extranjero’ y a las sesiones de ginecología para padres primerizos, se suman aportes de pesos pesados de la literatura y recordadas escenas de películas que demuestran un vasto universo lector y cinéfilo del escritor.

Si bien el eje central es el nacimiento de su primogénita y cómo esta le cambiaría la vida, el personaje fundamental es él mismo, quien va deteriorándose emocional y psicológicamente a medida que su bebita balbucea y el diario se intenta asemejar a un ‘De profundis’ wildeano, que ni sesiones de psicoanálisis o ‘videntes’ podrán remediar.

He escuchado decir en ciertos círculos literarios que Cisneros, en este libro, está más cercano a sus columnas de su blog ‘Busco novia’ en el diario El Comercio que a la sorprendente ‘Dejarás la tierra’. Lo que sí nunca se puede dejar de valorar en el escritor es su valentía para desnudar ante el lector hasta los más extremos capítulos de su vida. Y eso le viene ganando un público devoto. Recordemos que Mario Vargas Llosa se demoró ¡cincuenta y siete años! en sacar a la luz sus demonios íntimos y fue en ‘El pez en el agua’ (1993), donde escribió sobre la clase de monstruo que era su padre.

Renato tiene clara su filosofía y la expone sin tapujos en el libro: ‘Uno debe escribir sobre el dolor que siente más próximo. El dolor de otros también puede ser el nuestro. Lo es, aunque a veces pareciera que no. La literatura convierte lo ajeno en propio y lo propio en universal. No se trata de escribir la vida de los otros para escribir acerca de ellos porque sí, sino de narrar el impacto de esas vidas en la nuestra. No se trata de exponer a los demás gratuitamente, sino de exponerse uno mismo para hacer ver que las experiencias dolorosas, que parecen privadas y que la cultura nos ha enseñado a proscribir de nuestras conversaciones por pudor, son en realidad marcas comunes’. Apago el televisor.

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