Del saque somos carnecita... Tomé desayuno en Madrid. Almuerzo-cena en Estambul y dormí en Doha. España, Turquía y Qatar. El periodismo no te hace rico ni millonario. Pero te da mundo y la posibilidad de conversar y entrevistar al presidente, premier, Messi, Nadal o de meterte a Lurigancho o Challapalca para un reportaje. Es lo que me apasiona, me gusta y no me arrepiento de haberlo elegido. Los jóvenes que piensen en estudiar, prepararse, cultivarse y rodearse de gente que le sume para que sean profesionales respetables. Aléjense de los comentaristas ‘buitres’. De los que reciben sobrecitos manilas, almuercitos clandestinos y sociedades con políticos y deportistas. No copien los malos hábitos. Trabajando derecho se crece y llega lejos. Basta de mermelada, de hipotecarse y ser falsos moralistas. Sí, señores...

MIRA: Perú no debe salir ni dormido ni sano como el ‘gatito’ que cuernearon

A la muchachada le recomiendo y aconsejo que estudie inglés como sea. Presencial o virtual. En una academia ‘ficha’ o baratita. Lo que aprendan les va a servir y no harán el papel de sonsos. Es básico y clave para desarrollarte en otros países. Te quedas colgado y perdido en cualquier escala o eventualidad en el counter. Te preguntan y quedas en off-side con tu cara de huevo sin yema. Hay muchos que perdieron tiempo y se quedaron varados. Incluso, no sabían utilizar el traductor. Otros más recurseros salvaron la situación pegándose a los que hablan ese idioma. Pero para escanear al personal, allí sí manejan todas las lenguas. Se hacen entender. Con los dedos, ojos o tecnología. La habilidad la utilizan para la tramposería. Tengo un problema y es que soy especial para las comidas. Soy full pescado y estoy sufriendo como mela. No pido platos tradicionales de la ciudad a donde voy. Solo estoy con chatarra y ya empezó a zapatear y arder el estómago. Los McDonald’s, Kentucky y otras cadenas no son lo mismo que en Plaza San Miguel. Las piezas de pollo y papas tienen otro sabor. La otra carne sí es de primer nivel. Ya estoy contracturado del cuello de tanto voltear. Estoy en mi peor momento, porque no he ‘tirado maicito’ a nadie. Es la primera vez que estoy seco, seco. Ayayayayyyy...

En 2018 estuvimos en Saranks, Ekaterimburgo y Sochi, porque la Blanquirroja volvió a la fiesta más grande del planeta después de 36 años. Nos convertimos en la mejor hinchada del mundo y así lo sienten los estadios por donde desfila la selección. El ‘Contigo Perú’ se convirtió en nuestro segundo himno y lo entonamos y lloramos en la voz del ‘Zambo’ Cavero o en la de Gianluca Lapadula. Aquí no hay letra. Aquí estamos otra vez de corazón. Tocó estar más de 20 horas en el aire y otras más en los aeropuertos por escalas y conexiones, pero no importa. Que duela la cintura, espalda o piernas no es problema. Todo valdrá la pena si pasado mañana nos abrazamos los que llegaron de Lima, América, Europa, Asia y demás continentes. El ‘perucho’ es bobo al mango y nuevamente lo he comprobado en los vuelos. El clásico: ‘Causa, vas al partido’ y allí se arma la batería. Y no va cher...

Estoy escribiendo la columna en el avión camino a Doha. Arribo cerca de las 2:30 de la madrugada junto a otros compatriotas que están superilusionados y rayita arriba de confianza. Me cuentan que ya están separando casas, depas y hoteles, será jodidazo encontrar alojamiento. Están cuadrando todo porque dan por seguro que clasificamos al Mundial. No les puedo apagar su vacilón. Ni tirarlos al piso. Es un clamor popular. Lo que pase en la cancha es solo responsabilidad de Gareca y compañía. Insisto que está 50-50 el choque contra Australia. Lo que sí aseguro y no necesita análisis es que en las tribunas hay buenas vibras, goleamos caminando. En dos horas ya estoy en un país donde no venden trago, no hay búnker ni encerronas, pero que podría ser testigo de un señor festejo. Que así sea... Me voy, soy fuga.

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