Todos alguna vez, en la etapa de bebé, nos hemos llevado el dedo pulgar a la boca. Este acto es normal hasta los dos años, pero cuando se mantiene hasta los seis o más puede afectar la salud bucal.
La cirujano dentista Eveline Ortega, del Centro Odontológico Integradent, señala que si el hábito se extiende demasiado, puede afectar el paladar y causar problemas en la alineación de los dientes permanentes.
Es importante considerar la intensidad del movimiento de succión: si el niño se chupa el dedo con suavidad, es posible que no se presenten deformaciones en los dientes, pero si lo hace con fuerza, puede dañar incluso los dientes de leche. Otra consecuencia es la ‘mordida abierta’. Esta se da entre las piezas dentales superiores e inferiores, que al estar deformadas no entran en contacto al momento de morder.
LENGUAJE
También se producen alteraciones en el lenguaje, intoxicaciones (al estar la mano en contacto con la suciedad) y trastornos emocionales en el niño, ya que podría ser objeto de burlas y bromas de amigos o compañeros de clase.
CÓMO HACER QUE DEJE ESA MANÍA
- Si se mete el pulgar en la boca para dormir, ofrécele la relajación y la seguridad a través de un peluche u objeto que pueda abrazar.
- Si se chupa el dedo cuando se aburre, la alternativa es brindarle recursos para que esté entretenido.
- Pon en marcha un juego de recompensas para que obtenga beneficios si no desarrolla ese hábito.
- Se puede recurrir a tratamientos y terapias para acabar con esa acción.
- También hay ciertos aparatos de ortodoncia que impiden o dificultan esa manía.