
En la naturaleza, los animales tienen un respeto muy grande por sus horas de sueño y la razón es que solo se privan de él a menos que tengan hambre o necesiten mantenerse despiertos para encontrar comida. Nuestra parte instintiva reacciona también ante estas circunstancias.
Cuando el hombre es privado del sueño, nuestro cerebro primitivo reacciona como cuando estamos en estado de inanición y, por tanto, aumentan las ansias de comer.
Al no tener buenas horas de sueño, estaríamos alterando nuestro ciclo alimentario, lo que nos llevaría a comer en exceso; lo más indicado es establecer una relación armoniosa con los dos.

Si dormimos mejor tendremos que alimentarnos correctamente y si comemos a nuestras horas dormiremos mejor. Las hormonas que controlan el apetito como la leptina y la grelina se ven afectadas tanto por el exceso de sueño como con el déficit del mismo.
La leptina disminuye y aumenta el apetito; asimismo, la grelina que interviene en la satisfacción aumenta y hace que comamos más. A esto le sumamos que si comemos azúcares o carbohidratos por la noche que generan satisfacción, todo irá directamente a la hora de ganar peso.










